pintadas por Albert de Servaes en 1919
Oración Inicial
Ahora queremos seguir tu camino,
recordándonos tus sufrimientos en el vía crucis. Enciende en nuestros corazones
tu sacrificio por nosotros. Ayúdanos a levantarnos y seguirte con toda seriedad
en nuestras vidas. Amén.
Estación 1 “Jesús es condenado a muerte”
En un piso de trilla, el fracaso
del pecado ha trillado el Trigo Santo y ha roto la paja. Tu sangre fluyó en torrentes
y aún se filtra por tus heridas. La última gota aún no se ha derramado. La
palidez de la muerte ya cubre tu cuerpo, pero en tus ojos todavía leo el brillo
del fuego de tu amor que arde como una fiebre.
Esa mirada taladró a Pedro esa
noche. ¡Oh Dios, aleja ese escándalo de mí! Mientras cuatro manos de verdugos
te llevan de manera ruda e insensible para que te crucifiquen, oraré. Veré tu
sufrimiento. Voy a penetrar en las profundidades de tu amor mirando en las
profundidades de tu humillación.
Estación 2 “Jesús toma su cruz”
Mientras tu cuerpo casi se
derrumba, no eres capaz de cargar el peso de la cruz en el que te levantarán
con cuatro clavos torpes. No hay nadie para ayudarte. Oh Cruz, Oh Madera
Sagrada, en las manos de mi Dios, cargada por Él con su última reserva de fuerza.
Oh Dios, tomo la cruz que me destinas, y junto contigo se hace ligera para mis
hombros.
Estación 3 “Jesús cae la Primera Vez”
¡El todopoderoso privado de
fuerza! Era necesario que el Cristo se inclinara, cayera y colapsara debajo de
la cruz. Su humanidad sagrada tuvo que ser destruida. Ningún rasgo humano podía
vislumbrarse en él, tan cruelmente maltratado.
Dios mío, permíteme meditar a
menudo sobre tu humillación ante tus verdugos y así aprender a soportarlo todo
por ti.
Estación 4 “Jesús se encuentra con su
Madre”
¿María tuvo que verte en este
estado? Tu Madre, a quien más que a nadie le debe haber dolido la vista de tu
sufrimiento; cuyo corazón debe haber perforado una espada, cuando te vio así. Su
Jesús, el más hermoso de los hombres, ahora irreconocible, deformado, roto, una
ruina; el hombre de los dolores en quien ya no hay belleza ni esplendor, contado
entre los mayores criminales, cubierto de sangre y hematomas, manchado de
inmundicia y saliva de los verdugos.
Oh María, déjame ver a tu Jesús
contigo, como testigo mudo de su dolor. Oh Jesús, déjame contemplarte en todo
tu espantoso sufrimiento. En presencia
de tu Madre, podré ver ese sufrimiento de cerca y sondear sus profundidades. Quiero
seguirte en tu doloroso camino de la cruz de la mano de tu amada Madre.
Estación 5 “Simón obligado a ayudar a
Jesús”
Indefenso, te quedas ahí, Dios
mío.
Te has levantado de tu caída,
pero tus pies se niegan a servirte, ahora que tus hombros nuevamente tienen que
cargar ese peso pesado. Temblando, te pones de pie; la cruz actúa como un
soporte para evitar que caigas, pero cuando tienes que levantarlo del suelo, vacilas
y amenazas con colapsar de nuevo.
Indefenso, te quedas ahí parado.
En vano miró a su alrededor para
ver si hay alguien dispuesto a ayudar. Tus enemigos fuerzan la tarea a un
extranjero que, porque no está en condiciones de resistir y porque no puede
hacer otra cosa, te ayudará. Él toma la cruz y te empuja hacia adelante con
ella.
Dios mío, a veces pienso que
habría actuado mejor y te habría relevado amorosamente de la cruz, para
disminuir el peso de ese terrible último viaje. Aspiro a seguirte en tu camino
de la cruz, y, sin embargo, quiero desechar cada pequeña cruz, incluso la más
ligera. No tengo más ganas que Simón, frente a la burla de los que no te aman, para
demostrar que quiero servirte. Pero este mismo día tomo tu cruz e intentaré
cargarla después de ti.
Estación 6 “Verónica limpia el Rostro de
Jesús”
Verónica, fuiste en busca de tu
Amado. Tus ojos se encontraron con la mirada de sus ojos, y te atrajeron. ¡Oh
Dios, cómo tu belleza debe haber sido deformada! Sí: tu adorable rostro
cubierto de sudor y sangre, manchado de saliva y suciedad. Lo sufriste todo por
nosotros, por mí.
No puedo soportar verte así. Como
Verónica, quiero limpiarte el rostro, pero, por desgracia, ninguna tela borra
tu deformidad. Oh Señor, no permitas que cierre los ojos a tu imagen impresa en
la tela: deja que compruebe cuánto padecimiento has tenido que sufrir a causa
de mis pecados.
Estación 7 “Jesús cae por segunda vez”
Dios mío, no puedes ir más lejos.
Caminar debajo de la cruz, es demasiado para ti. La cruz pesa sobre tus
hombros. Tus pies se niegan a servirte. Caes al suelo. Tu fuerza te ha
abandonado e, impotente, inclinas tu cabeza hacia el suelo.
¡Oh impotencia de mi Dios, oh
terrible humillación, oh horrible caída! Su prenda raspa su piel herida y rasga
sus heridas. El suelo duro, afilado y pedregoso, cubierto de polvo y suciedad, Contusiones
y suciedad en sus manos, rodillas y pies. Sin embargo, no hay piedad en los
corazones de sus verdugos. Aún no están satisfechos. No se dan cuenta de que
esta segunda caída muestra que estás gastando tu última reserva de fuerza para
llegar al Calvario y morir por nosotros allí.
¡Y luego me quejo de cruces
pesadas! Me desmayo sólo porque no tengo el coraje ni el amor de llevarlas contigo.
Oh Jesús, no deseo que sea así. No permitas que mis acciones estén en
desacuerdo con tu voluntad.
Estación 8 “Jesús consuela a las mujeres
que lloran”
Te has levantado de nuevo, y con
el último esfuerzo, te arrastras al lugar de la coronación espantosa de tu ya
tan terrible tormento. Estos son tus últimos pasos. La palidez de la muerte ya
cubre tus rasgos, y hubieras sido irreconocible si tus ojos no predicaran todavía
amor.
Las mujeres que te aman lloran. Esas
mujeres escucharon en Jerusalén que te llevaban al Calvario. Esperaban verte
una vez más, para saludarte por última vez. Ellas lloran. Porque era, de hecho,
un espectáculo digno de lágrimas. El dolor de Jesús los deja sin palabras y les
hace llorar,
porque Jesús, su benefactor, el
amado de sus corazones creyentes, ha sido tan cruelmente maltratado, y en breve
sufrirá un maltrato aún más atroz. Jesús ve sus lágrimas, y aunque él mismo es
presa del dolor más extremo, quiere consolar a esas mujeres.
Fueron mis pecados los que te
hicieron ser tan cruelmente maltratado y debo llorar porque fui la causa de tu
sufrimiento. Oh Jesús, déjame llorar por mí mismo, por la madera seca que
merecía ser arrojada al fuego y consumida. Dale nueva vida a la madera seca
injertándola en la madera de la cruz. Unido contigo, oh Jesús, déjame seguir tu
camino de la cruz, arrepentido.
Estación 9 “Jesús cae por tercera vez”
Oh Jesús, has llegado, pero, por
desgracia, a costa de tu última fuerza. El viaje ha terminado. Has sacrificado
tu última onza de fuerza por nosotros. Exhausto, caes por completo y medio
desnudo yaces indefenso en el suelo.
Dios mío, Dios mío, cuán
profundamente te humillas. No puedo soportar verte así.
Estación 10 “Jesús es despojado de sus
vestiduras”
Los verdugos arrancan la ropa que
se adhiere a las heridas y la conservan como botín deseable; más tarde, cuando
el trabajo esté terminado, echarán suertes para las prendas. Sus manos ya están
manchadas de sangre. Como un cordero que está siendo sacrificado, Jesús no abre
la boca. Se estremece y tiembla de impotencia y fiebre. En lo profundo de sus
cuencas solo los ojos reflejan la angustia torturada, ahora duplicada por la
vergüenza de ser despojado ante los ojos de sus enemigos, que, a la vista de
ese cuerpo ensangrentado, están llenos de nueva sed de sangre.
El feroz sol del mediodía dirige
su luz tan beneficiosa
en ese cuerpo desnudo, y el calor
hace que todas sus heridas sean más dolientes.
Dios mío, es terrible. ¿Debe
funcionar todo junto para hacerte sufrir? ¿Los seres humanos no son lo suficientemente
crueles, que incluso los insectos deben venir a beber tu sangre e infectar
todas tus heridas? Oh, si al menos te hubieran dejado tus prendas como persona
humana, para esconder tu espantoso maltrato de los ojos de quienes se deleitan
en él. Pero ah, este es solo el preludio. Solo la vista de ti clavado en la
cruz comenzará a apaciguar su cruel deseo.
Estación 11 “Jesús es clavado en la cruz”
El árbol de la cruz ha sido
plantado. El altar en el que se consumirá el santo sacrificio está listo. Oh
Dios, ¿cómo puedo ver lo que está por suceder? Las cuerdas duras se enrollan
alrededor de tu cuerpo, tus muñecas, para elevarte hasta la cruz y luego
clavarte rápido con púas pesadas. Oh Jesús, has querido morir. Has querido ser
clavado en la cruz como la escoria de la humanidad, como la vergüenza de tu
pueblo. Tus manos y pies son tirados hacia los agujeros en la viga de la cruz. Ya
están sujetando tus pies con uñas anchas y difíciles de manejar,
que desgarran la mitad del pie. Con
fuertes golpes aplanan esos pies debajo de la cabeza de las uñas. La mano
izquierda está atada y también se puede clavar. A tu mano derecha le hubiera
gustado abrazar al verdugo, pero sus sentimientos están embotados por el
trabajo que ha elegido. Él sabe lo que hace. Oras por él, pero tanto más
violento es tu sufrimiento. Pero el sufrimiento más terrible de Jesús es que su
amor no es apreciado. Burlándose, lo rodean y lo desafían a liberarse. Se
burlan de su impotencia, mientras que una palabra, un acto de su voluntad, los
habría destruido a todos.
Estación 12 “Jesús muere en la cruz”
Jesús inclinó la cabeza y murió. Todo
está consumado. Torturado hasta la muerte, su cuerpo cuelga de las heridas en
manos y pies. Tus enemigos te miraban, contentos y felices. Nada quedó de tu
grandeza y esplendor. Aquí, oh Dios, incluso tu naturaleza humana parece estar
destruida. Nos gusta pensar en ti como el Rey de Israel y no puedo imaginar la
espantosa destrucción que quisiste sufrir.
Oh Dios, te adoro en tu
aniquilación, en tu muerte en la cruz. No dejaré de verte tal como eres ahora,
para que yo pueda aprender cuánto Dios me ha amado.
Estación 13 “Jesús es bajado de la cruz”
La muerte ha puesto fin al
sufrimiento corporal. El Dios-Hombre se ha convertido en un cadáver. Ahora que
la ira de tus verdugos está satisfecha, dejan acercar a tus amigos que ven cuán
terriblemente ha sufrido su amado Jesús. Oh Jesús, con tus amigos déjame mirar
tu cuerpo, torturado hasta la muerte e irreconocible, y constatar cómo me has
amado.
Estación 14 “Jesús es llevado a la tumba”
La triste caminata final. Cristo,
mi Señor y Dios, es llevado a la tumba, eliminado de la tierra de los vivos.
Oh, cuando pensamos en bajar a la
tumba, nos estremecemos ante esa aniquilación: Dios, encarnado por nuestro
bien, llevado a la tumba. ¡Oh triste caminata de tus amigos! Sí, esperaban la
resurrección, pero su fe estaba siendo severamente probada cuando transportaban
ese cuerpo sin vida.
María, tu amada madre, es su
fortaleza y apoyo. Ella no vacila, aunque la espada afilada de la tristeza
perfora su alma. Su coraje y confianza apoyan a los demás. Llorando, pero no
sin esperanza, siguen su triste camino hacia la tumba.
Oh sábana santa, en la que quedan
impresas las líneas de ese cuerpo roto, e incluso hoy, nos permite contemplar
la figura del Salvador. Oh Jesús, que mi alma también sea un sudario en el que
te ponen a descansar. Que la imagen del Señor también esté inscrita en ella, para
que siempre recuerde cómo Jesús me ama.
Oración final
Ante una imagen de Jesús en mi celda, 1942
Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el calor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.
Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.
Feliz en el dolor mi alma se siente;
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.
Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
finas pruebas serán de tu ternura,
porque a ti me asemejan redentores.
Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito yo en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.
¡Quédate mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!