Vía Crucis en la Intimidad

por Mons. Dante Bernacki

Las imágenes que ilustran este post son fotografías del Viacrucis de Villa de la Quebrada, San Luis (Argentina)  Está formado por 14 grupos escultóricos tamaño natural realizados en mármol de Carrara  por el artista italiano Nicolás Arrighin. Fue inaugurado el 3 de mayo de 1951.



Nos preparamos a acompañar a Jesús y su Madre Dolorosa por el camino de la Cruz. El Calvario, es el lugar del encuentro entre Jesús que quiere salvarnos y todo el pecado de la humanidad. Es el lugar del drama de amor más impresionante de la historia. Y a la vez, es el lugar de la victoria de Cristo sobre Satanás, el pecado y la muerte.
El Gólgota, lugar de muerte, por el Señor, se transforma en un canto a la Vida. Es el testimonio más patente de que el amor y la misericordia, siempre vencen.



Jesús es condenado a muerte
Jesús nos habla al corazón:
¿Qué haces ahí entre la multitud? Ellos me condenan, y tú, hijo mío, ¿qué harás? Quizá ¿me negarás como Pedro?, o ¿me traicionarás como Judas?, o ¿me condenarás como Pilato?
Sin embargo, yo te quiero valiente, ¡para eso tienes mi gracia! Darás testimonio de la Verdad, si dejas de hacer de tu vida una mentira.

Jesús, te veo negado de todos, y siento miedo de mostrar que te pertenezco. Dame la fuerza del Espíritu Santo, para no dejar que te condenen una vez más. Deseo ser siempre testigo de tu Luz.


II Jesús carga con la Cruz
Hijo mío, veo tu rostro de compasión. Pero, ¿sabes qué? Quisiera que tu corazón sea compasivo. Ya sé, buscarás excusarte, pero cuántas veces hiciste lo mismo. Mira mi Cruz, pudiendo hacerlo, yo no la rehusé. Y la llevo sólo por que te amo.La cargo, y el peso me destroza, pero más me aflige tu alma tibia, indiferente. No te quedes así, de brazos cruzados, cuando tantos hermanos míos llevan pesadas cruces.

Jesús, deja que te ayude a llevar tu Cruz. ¿Pero qué digo, si soy débil? ¡Cuántas veces la rechacé en mi vida! Y, ¡cuántas me sentí desfallecer bajo su peso! Señor, si tú no me ayudas, ¿cómo podría cargar yo con el peso de mi culpa?


III  Jesús cae por primera vez
Mírame por tierra, caído. Yo, el Todopoderoso, no doy más. Siento que todo me da vueltas. El agotamiento me vence, y ¡ya lo ves!, por ti, sólo por ti, di con mi cuerpo sobre la dura piedra. Sin embargo, me levanto y continúo. La misericordia de mi Padre, me da fuerzas para continuar. Pero, ¿sabes una cosa?: te vi caer a ti muchas veces y desanimarte. ¿Qué no lo sabías? Sí, yo estaba allí en el momento de la tentación, y no vacilaste siquiera en caer. Deja que el peso de mi Cruz, sea tu fuerza.

Jesús, sé el sustento de mi corazón, en el momento de la tentación. Si yo cayese, quiero que me ayudes a levantar. Quiero confiar en tu misericordia. Sé motivo de esperanza siempre, que tu debilidad en este momento de tu primera caída, sea mi fortaleza.


IV  Jesús se encuentra con su Madre
Madre mía, apenas puedo verte, las lágrimas, enturbian mi mirada,
pero aún así, puedo ver tus lágrimas. Recuerdo tu cariño, recuerdo las alegrías compartidas, añoro tu abrazo siempre tierno. Y aquí me ves. Quisiera haberte ahorrado de todo corazón este dolor, pero, ¿te acuerdas?, debo ocuparme de las cosas de mi Padre. Si Él dice misericordia, yo también lo digo. Si Él dice sacrificio de amor, yo también lo hago. Únete Madre mía a mi dolor, que tu sola presencia me llena de consuelo.

Jesús, ante la escena de tu encuentro con María, dame lágrimas para llorar de amor, que siempre recurra a Ella en los momentos de aflicción. Yo también la quiero, pero llena de fidelidad mi amor. Tú me la das por Madre, y cuántas veces olvido en mi vida esta delicadeza de tu generosidad. Que siempre confíe en Ella, porque sé que la Virgen Dolorosa, será remedio y camino seguro para llegar a Ti.


V  El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz
Simón es su nombre, y bien podría ser el tuyo. Busqué tu rostro, esperando que me ayudaras, y rehusaste auxiliarme.
¡Cuántas veces, preocupado en tus cosas, me volviste la espalda! Pero hoy me duele tremendamente tu cobardía, tu falta de generosidad. ¿Te acuerdas cuando estabas herido, y como pastor divino, te cargué sobre mis hombros? ¡Muchas cruces te ayudé a llevar!, ¿y no te animas a ayudarme a llevar la mía? Mira a tu alrededor, ¡cuántas veces me has olvidado siendo indiferente al dolor de tus hermanos!

Jesús, quiero responder a tu Amor, con mi pobre amor. Dame la gracia de la fidelidad para descubrir tu presencia en el que sufre. Que sepa ayudarte a llevar la Cruz, en las cruces de tantos corazones afligidos. No dejes que me enfríe en la caridad. Dame un poquito de tu amor, para poder amar a los demás. También quiero pedirte, Señor, que me ayudes a llevar dignamente mi cruz en el camino de la vida.

 VI  La Verónica limpia el rostro de Jesús
Verónica, limpiaste mi rostro. No temiste la amenaza de quienes me rodeaban. Tampoco huiste ante el espanto de mis heridas. ¡Cuánto amor cuando enjugaste mi sudor y mis lágrimas! Te dejo a cambio, impreso en el paño, mi faz dolorida, e impreso en tu alma mi propio corazón. ¿Ves, hijo mío, la actitud de esta mujer? Sincera y fiel, pero intrépida cuando se trata de amar. ¿Quieres que te diga?, a veces no encuentro esta actitud en muchas circunstancias de tu vida. No temas a mi rostro lastimado. Cura mis heridas, en las llagas de tu prójimo. Mi amor te urge, ¿qué esperas para dejar que mi rostro se imprima en ti?

Jesús, verdaderamente tu rostro está desfigurado. ¿Qué fueron de tu sonrisa y de tus gestos de compasión? Tuve miedo, y no me quise acercar. Disimulé mi vergüenza y mi dolor para que no se dieran cuenta que te pertenecía. ¡Y esta mujer me viene a dar la lección de la caridad que todo lo vence! Dame la valentía de tomar la iniciativa, cuando mi prójimo me necesite. Que no espere que me lo pidan. Graba tu rostro sobre mi corazón, para que mi alma te pertenezca en todo.


 VII  Jesús cae por segunda vez
De nuevo me tienes vencido, caído por tierra. Una vez más, el amor a mi Padre y a la humanidad, me da fuerza para levantarme y continuar mi camino. ¿Sabes?, muchas veces te vi caído y desanimado, y no quisiste levantarte. Dijiste ¿para qué?, si al fin y al cabo, volveré a caer. ¿Es que has olvidado que mis caídas redimieron tus caídas? ¿No recordaste que mi gracia todo lo puede? ¿No bastaba con haber caído, y ahora no te animas a levantar? No importa la gravedad de tu culpa, lo que importa es que ponerte en el camino del Evangelio, y arrepentido pidas perdón a mi Padre y conviertas tu vida.

Jesús, ¡cuánto me avergüenza lo que me dices!, porque me lo dices con tanto amor, a mi corazón tibio y mezquino. Quise ocultarte mi caída, y me pusiste en evidencia. Señor, la más oculta de mis culpas, debo recordarlo siempre, está ante tus ojos. Pero no ves mi pecado, sino que ves mi corazón. Me cargaste en tus brazos y sanaste mis heridas, ¿qué espero para entregarte mi corazón?


VIII  Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
Mujer que te lamentas, escucha mis gemidos. Mi dolor me esclaviza. Sólo me libera el infinito amor. Tu dolor de mujer y de madre, ¡cuánto cala en mi alma! No puedo escuchar tu llanto, sin acordarme de mi Madre, la Virgen, que en este momento va entrando en la angustia insondable de mi pasión. ¿Por qué lloras ahora? ¿No hay trabajo en tu casa? ¿No tienes qué darle de comer a tus hijos? ¿Tienes un hijo enfermo? ¿Alguno de tus hijos se ha descarriado? ¿Lloras la ausencia del hijo que no está? ¡Cuántas cosas quisiera que las dejaras descansar en mi corazón! Ven a mí si estás afligida y agobiada, que yo en mi dolor te aliviaré.

Jesús, me conmueve tu compasión. Ellas se lamentan por ti, y tú las consuelas. La fuerza de tus palabras, vence el paso de los siglos, y llega en el hoy de tu amor a cada mujer, y en cada situación. ¡Cuántas madres encuentran en ti la fuerza para seguir viviendo y luchando! ¡Cuántas mujeres te ven para que tú derrames en ellas la misericordia y el perdón! ¡Cuántas madres olvidadas de sus hijos y enfermas, ven pasar sus días sin esperanza de un gesto de cariño, de afecto de los suyos! Ten piedad, Señor, de las mujeres y de las madres, que si ellas bajan sus brazos en el amor, ¿qué esperanza le puede quedar al mundo?


 IX  Jesús cae por tercera vez
El Amor que yo viví desde el Principio, es trinitario. El amor que yo quiero mostrarte con esta tercera caída, ¡también es trinitario! ¡Tres caídas, un solo Amor! El amor del Padre que quiere perdonarte. El amor del Espíritu Santo que quiere derramar en ti la abundancia de la gracia. ¡Y mi propio amor! ¿Me ves así, lacerado y casi agónico?, ¿y sabes?, en medio del dolor que me causaste con tu pecado, te sigo amando. Sí, así es, nunca dejé de amarte. Y te amé con amor eterno,
con nuestro amor trinitario. Es difícil expresar todo esto en palabras, por eso lo muestro derramando mi sangre por tí, que es el supremo gesto para expresarte ¡cuánto te amo!

Jesús, gracias por mostrarme el manantial amoroso de la misericordia trinitaria. Sólo tu amor nos podía mostrar este misterio derramando hasta la última gota de tu Sangre. Amor trinitario nos das en la Eucaristía. Amor trinitario nos muestras en tu pasión y muerte. ¿Por qué tengo que hacerte esperar más para entregarme a tu amor? ¿Qué espero para dar el primer paso de mi conversión? ¡Señor, que mi tiempo no se acabe!, que tu paciencia me abra las puertas del perdón y la misericordia, para que goce la comunión de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.


 X  Jesús es despojado de sus vestidura
¡Aquí me tienes!, desnudo, y no te lo reprocho. Lo voy dando todo, incluso mi dignidad moral. Padezco la humillación más grande, pero más grande es el impulso del perdón que siento hacia los que me despojan. ¿Miras hacia otro lado? Quiero que en este momento vuelvas tu vista hacia mis heridas. ¡Aquí está el Buen Pastor coronado de espinas!, ¡aquí mis espaldas lastimadas por los azotes!, ¡aquí las marcas de los golpes y moretones! Y, ¿sabes?, más dolor me causas cuando cierras tu corazón cuando me ves desnudo en tu hermano, y pasas indiferente. Por ti, soporto el peso de la pasión.

Jesús, no puedo soportar tanta crueldad. Aquí me tienes, en la desnudez de mi corazón. Tus heridas son las del Inocente que sufre. Las mías son las del pecado. Dios de misericordia, perdóname. Luz del mundo, sácame de las tinieblas. Buen Pastor, cárgame sobre tus hombros, necesito volver a tu rebaño. Tú que eres el manantial de la vida, no dejes que me hunda en las sombras de la muerte. Nada te puedo ocultar, Señor. Te pido que me des la fuerza en los momentos más dramáticos de mi despojo, no quiero ser indiferente a tu amor. ¡Cambia mi vida Jesús!

X
I  Jesús es crucificado
"Seré levantado sobre la tierra, y atraeré a todos hacia mí". ¿Te acuerdas de estas palabras? Antes eran anuncio, ahora son mi pura realidad. Atraviesan mis manos y mis pies, y desde entonces, así estoy, esperándote. ¿Cuánto tiempo más me seguirás teniendo así? ¿Sabes?, mi deseo es abrazarte, y ¡no te espantes! Tengo sed en esta hora de la agonía, pero es sed de tu alma. Quisiera derramar en ti la inmensidad de la misericordia. Me levantan sobre la tierra, para que puedas verme. Mi Padre te quiso dar este testimonio de su amor. Mi divinidad se entrega a ti, para que puedas elevarte de tu condición hacia Dios. Mi humanidad se entrega a Dios, para que el Padre pueda verte siempre, de ahora en más bajo el signo del perdón.

Jesús, haz de mi corazón un altar donde te ofrezcas al Padre. Haz de mi vida un cristal a través del cual te muestres a los demás. Haz de mis manos herramientas para construir la paz que tú quieres. Haz de mi boca un instrumento para proclamar a los cuatro vientos la alabanza a tu divina misericordia. Reconozco en tu Santísima humanidad traspasada el signo supremo del perdón del Padre. Quiero hacer delante de ti mi profesión de fe: "Creo, Señor, que eres mi Salvador".


XII  Jesús muere en la Cruz
Te invito para que permanezcas en mi Calvario. Aquí me tienes, crucificado entre dos ladrones. Uno me acaba de robar el Paraíso. Las horas son angustiantes. El tiempo se acaba, y pedí al Padre que perdonara a mis verdugos. Ya te lo he dado todo, me queda en la agonía, un poco de vida y mi Madre. El Padre me urge, a María te la doy por Madre, mira que es lo más querido que tengo en la tierra. Ahora entrego mi espíritu. ¡Todo se ha cumplido! El amor trinitario se rompe como un dique, para derramar el amor infinito sobre la tierra. Satanás, el pecado y la muerte han sido vencidos. Mi obediencia borra la desobediencia de Adán. Ya me contemplas muerto, y te sigo hablando, porque además de Dios, soy tu amigo. Ya mi Madre es tuya. Por su fidelidad, María es la Nueva Eva. Déjate guiar por Ella.

Jesús, en silencio contemplo el trágico desenlace del Gólgota. La humanidad pecadora, misteriosamente acude a la cita de la misericordia divina. Quiero, Señor, estar junto a Tí en este momento. La oscuridad cubrió toda la tierra, pero una luz se enciende en el monte, la luz de tu perdón. Señor, que no cierre mi corazón a tu gracia. Que te ame por sobre todas las cosas. Haz que beba incesantemente, como una cierva sedienta, de la fuente redentora de tu corazón traspasado.


 XIII El cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz
Soy la Madre de Dolores. Me viste entre la multitud. Allí, el encuentro con mi Jesús, desgarró mi corazón. Vi que te escondías entre la gente. No te animaste a dar la cara por él. Ahora puedes contemplar sobre mi regazo su cuerpo torturado. Mira la llaga de su corazón traspasado. ¡Hijo mío, cuánto amaste! En toda la tierra y en toda la historia, no habrá amor como el tuyo, ¡ni dolor como el tuyo! Contemplando su cuerpo, te invito a que contemples si hay dolor más grande que mi dolor. Soy la Madre de la Santa Esperanza. Soy la Madre de la Soledad. Siento en mi corazón la herida profunda de la espada anunciada por Simeón. Jesús, me dio como Madre tuya, ahora de tu parte está que seas mi hijo. Te aprieto contra mi pecho, como aprieto el cuerpo querido de mi Hijo en este momento.

Madre mía, quiero decirte en este momento que te amo. ¡Tanto te hice sufrir! Cuando te veo, tan frágil, me pregunto por qué pude ser tan cruel contigo. Pero si contemplo tu fortaleza, me animo a dejarme apretar contra tu corazón que sólo destila misericordia y perdón. Derrama sobre mí tu ternura materna. Sana con tu cariño las heridas de mi alma. Llévame a Jesús. Quiero unir mis pobres fuerzas al ímpetu de tu amor. Quiero unir mi pobre fe a la luz que ilumina tu corazón aún en medio del dolor más grande. Haz que tu caridad encienda mi almacon el fuego del Amor que no se apaga. ¡Madre de la Piedad, ruega por toda la humanidad sufriente!


 XIV  El cuerpo de Jesús recibe sepultura
Hijo mío, dejo tus despojos en una tumba. La piedra fría, encierra como un relicario tu sagrado cuerpo. Y allí quedan mis ilusiones y recuerdos. Mi esperanza no decayó en ningún momento, mi corazón queda junto a ti velando. Entrégame tu amor inmolado, yo te doy mi alma traspasada. Asumo en mi dolor, el dolor de todas las madres, especialmente de aquellas que tuvieron que pasar por la experiencia desgarradora, de tener que depositar el último beso sobre la frente de un hijo difunto. Sólo las madres que pasamos por esta realidad, sabemos cuánto dolor albergamos en esos momentos de angustia. Pero quiero decirle a todas mis hijas, las madres, que después de la noche, siempre despunta la aurora de un nuevo día, el día de la resurrección.

María de los Dolores, María de la Soledad, quiero hacer frente a tu presencia, mi profesión de fe: "Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna", porque creo firmemente que Jesús "es la Resurrección y la Vida". Creo en la comunión de amor eterna que es el cielo, con la Santísima Trinidad, contigo y con todos los santos y ángeles. Virgen querida, te pido por todas las madres, para que por tu intercesión, sean bendecidas por Jesús. Que en ti tengan siempre su consuelo y amparo María, Madre de todas las madres, ruega siempre por ellas y por toda la Iglesia.

PARA TERMINAR:

Hijo mío, me has acompañado en este camino de mi dolor. Si abres tu corazón, yo voy a hacer llegar sobre ti la fuerza de mi gracia. Quise decirte en este trayecto, ¡cuánto te amo! Con palabras no bastaba, te lo dije con mi Sangre derramada. No te quedes con buenos propósitos sin cumplir, haz que mi Evangelio sea vida en ti. Mi corazón resucitado, estará siempre cerca de ti, aunque muchas veces sean las que me olvides. En mi siempre tendrás un amigo fiel y seguro, te lo expreso con todo el amor que embarga mi ser, cuando te contemplo misericordiosamente. Te propongo un intercambio, ¡dame tu corazón, que yo te doy el mío!