Arquidiócesis de Córdoba 2010

Al celebrar el Bicentenario del nacimiento de nuestra Patria queremos renovar nuestro ánimo y expresar este gran deseo: “Queremos ser Nación, una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común”.

Las imagénes que ilustran este Via Crucis pertenecen a las siguientes iglesias y capillas de la diócesis: Catedral, Capilla Doméstica de la Compañía de Jesús, El Carmen, Santo Domingo, Capilla de Lourdes de la Compañía de Jesús, Iglesia de Alta Gracia, Compañía de Jesús, Capilla de Candonga, Santa Catalina, Capilla de Atos Pampa, María Auxiliadora, Capilla Vieja de Santa Rosa de Calamuchita, La Merced, Sagrado Corazón de La Falda, Monasterio de las Teresas, y Nuestra Señora del Rosario de Tulumba.

Oración por la Patria

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza. Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.

I- Jesús es condenado a muerteJesucristo, Señor de la Historia, te necesitamos”. Te necesitamos para no permanecer indiferentes frente a las injusticias: trabajo precario, sueldos insuficientes, malos servicios, postergación de las necesidades, inseguridad, violencia. Queremos cambiar la realidad de nuestra comunidad parroquial, donde también sufrimos las distancias y las diferencias, y desde la parroquia cambiar nuestra Patria grande. Oramos Señor de la Historia, te necesitamos. Donde haya injusticia, necesidad, inseguridad.. Señor… Donde haya desilusión, decepción y descreimiento. Señor… Donde falte el diálogo, la comunicación, la reconciliación. Señor… Donde haya inmadurez humana, individual y social, y falte la fe. Señor…
II- Jesús carga con su Cruz “ Señor, Jesús nos sentimos heridos y agobiados”. Nos sentimos ofendidos y ofendemos, ignorados y discriminamos, no sabemos dialogar, desconfiamos y desconfían de nosotros. Abandonamos al anciano, al discapacitado, al que piensa diferente, al que pertenece a otro culto, al que no cree, al que no tiene cultura y sentimos también en carne propia el abandono. Ponemos distancias al prójimo y caminamos en soledad, ¡no construimos la Patria de hermanos! Oramos Señor, que construyamos una Patria de hermanos. Porque crece la intolerancia y la discriminación. Señor… Porque vemos familias, niños, mujeres, hombres sumidos en la desesperanza. Señor… Porque es dolorosa la indiferencia y la mentira en nuestras autoridades. Señor… Porque en nuestros ambientes intelectuales, políticos y culturales aumenta el relativismo y la ausencia de Dios. Señor…
III- La primera caída de Jesús “Señor, precisamos tu alivio”. Seguir a Jesús en el camino de la Cruz es asumir nuestras limitaciones, es acercarnos al prójimo, es comprometernos como ciudadanos, sin temor a las caídas. Seguir a Jesús es pedirle las fuerzas necesarias para reiniciar cada día, el camino hacia la construcción de una Patria de hermanos. Oramos: Señor, alivia el dolor en nuestra vida. Porque es difícil asumir compromisos en la comunidad parroquial y barrial. Señor… Porque tenemos que asumir el dolor de la enfermedad y de nuestras propias limitaciones. Señor… Porque nos da miedo salir de la seguridad de nuestra fe para comprender al otro que no cree como nosotros. Señor… Porque el dolor de la enfermedad y nuestras limitaciones no nos permiten estar alegres. Señor…
IV- Jesús se encuentra con su Madre “¡Aquí estamos, Señor, cercanos a María!” La Virgen María, en medio de sus sufrimientos, entendió a su hijo mejor que nadie. Entonces, sólo Ella, puede ayudarnos a seguir a su Hijo Jesús. Nuestro pueblo ama a la Virgen y acude fervorosa a los santuarios. A nuestra Madre de Luján, Patrona de la Patria. Le pediremos, que nos ayude para construir una Patria de Hermanos, trabajando como ciudadanos comprometidos. Oramos. Señor, que Nuestra Madre de Luján nos bendiga. Porque las familias, las escuelas y nuestras comunidades están en crisis. Señor… Porque nos sentimos desamparados frente a la indiferencia de nuestras autoridades. Señor… Porque nos angustia y nos da miedo la inseguridad. Señor… Porque nos da pena la desesperanza de los jóvenes. Señor …
V- El cireneo ayuda a Jesús “ Danos la valentía de los hijos de Dios para amar a todos, sin excluir a nadie”. En nuestra sociedad y en nuestra parroquia hay hermanos que nos necesitan. Necesitan ser escuchados, acompañados, contenidos, recibir formación humana y cristiana, vivir la fe, ser respetados y tratados con dignidad. Como el Cireneo ya no podemos desentendernos al dolor de los demás. Esa es la conversión que Jesús quiere: que dejemos de mirar pasivamente para comprometernos en la acción. Oramos Señor, que seamos valientes para amar al hermano. Si tiene necesidad de pan y de vestido. Señor… Si está desorientado y sin oportunidades para crecer… Si es anciano y está solo. Señor… Si lleva la carga de la enfermedad. Señor… Si lo vemos deprimido, desesperanzado. Señor…
VI- Una buena mujer limpia el rostro de Jesús “Danos la valentía de los hijos de Dios perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio” El rostro de Jesús es también el rostro de nuestros enemigos, es la cara del que habla mal de nosotros, del que nos traiciona, del que es injusto con nosotros, de todos aquellos a quienes tenemos que perdonar, con quienes tenemos que compartir nuestro destino de argentinos, con quienes tenemos que acortar distancias y comprometernos como ciudadanos para construir nuestra Patria. Oramos Señor, que nos reconciliemos como argentinos. Porque nos cuesta aclarar malentendidos sin recurrir a la violencia. Señor... Porque queremos siempre imponer en vez de proponer. Señor… Porque herimos, ofendemos y dividimos con nuestras palabras. Señor… Porque buscamos el camino fácil del amiguismo y no nos abrimos a todos. Señor…
VII- Jesús cae por segunda vez “Señor Jesús, precisamos tu fortaleza”. Jesús, para que encontremos fortaleza y consuelo ante las dificultades, nos quiere unidos en su nombre. Para eso funda la Iglesia, para que todos seamos uno. ¿Y cómo lo haremos? Con seguridad lo haremos acortando las distancias que nos separan, superando las diferencias que el individualismo y el egoísmo ha instalado entre nosotros. Oramos ¡Señor, danos fortaleza para llevar nuestras cruces! Cuando no tengamos el pan, el vestido, la salud, la educación, el trabajo. Señor.. Cuando sintamos el cansancio y el peso de las limitaciones de nuestra comunidad parroquial, familiar y barrial. Señor… Cuando nos cueste superar el individualismo para poder reconciliarnos. Señor…
VIII- Jesús consuela a una de las mujeres que lloran por Él. “Danos la valentía de los hijos de Dios para construir la paz” ¡Cuántos motivos tenemos para ponernos a llorar, para quejarnos! La gente sin trabajo, los chicos sin escuela, las familias sin atención médica, el hambre, la escasez, el rencor, la inseguridad. Todos los males que sufrimos tienen nido en nuestro corazón y es allí donde hay que poner el remedio. No nos sentimos hermanos, nos interesan sólo nuestros problemas, nos cuesta compartir el tiempo, no nos ponernos juntos a trabajar por una Argentina grande. Oramos Señor, que tengamos paz en nuestra Patria. Para que nadie sufra la discriminación y la exclusión social. Señor… Para que nadie sea insultado, atropellado en su dignidad, violado, agredido. Señor, Para que superemos nuestra inmadurez humana, individual y social. Señor… Para que no nos desalentemos ni vivamos de nostalgias, sino que miremos a nuestro alrededor con fe y esperanza. Señor…
IX- Jesús cae por tercera vez “ Señor, danos valentía para amar a todos, privilegiando a los pobres” En nuestras comunidades parroquiales y en nuestra Patria todos vivimos necesidades. Nos duele nuestra propia realidad personal, familiar, comunitaria. Pero sabemos que hay quienes carecen de lo más elemental: alimento, vestido, seguridad, atención médica, afecto, familia, formación humana y cristiana. Queremos convencernos de que en el rostro de nuestros hermanos que sufren estás Tú, para encontrar de este modo la fuerza para salir de nosotros mismos y ayudarlos, más allá de nuestros propios dolores. Oramos Señor, que te amemos a Ti en el hermano pobre. Para que brindemos alimento, vestido, ayuda concreta. Señor… Para que colaboraremos en la formación humana y cristiana. Señor… Para que entreguemos nuestro propio tiempo. Señor… Para dar una palabra de aliento, un consejo oportuno, consuelo en el dolor. Señor…
X- Se reparten los vestidos de Jesús “Señor, queremos comprometernos con el bien común”. En nuestra vida, la de todos los días, anteponemos los proyectos personales, nuestras ideas, al dolor de las personas que nos necesitan, que nos piden una mano. No tenemos tiempo para los demás, no tenemos tiempo para compartir, no tenemos tiempo para el encuentro. Oramos ¡Señor, ayúdanos a trabajar por el bien común! Cuando nuestros proyectos personales ocupen nuestra mente y nuestro tiempo. Señor... Cuando seamos capaces de aportar, de ser creativos, de colaborar. Señor… Cuando nos pida ayuda el pobre, enfermo, extranjero, niño, anciano, enemigo o ignorante. sintamos que a Ti te servimos. Señor…
XI- Jesús es clavado en la Cruz “Señor, concédenos la sabiduría del diálogo” En medio de las cruces y del dolor de nuestra patria, de nuestras familias en crisis, de nuestras comunidades desunidas, ¡qué necesidad tenemos de reconciliarnos, de perdonamos, de trabajar juntos! ¡Qué importante es dialogar para buscar soluciones acordadas, compartidas!. El diálogo, el encuentro es una necesidad imperiosa para construir la Patria. Oramos Señor, que dialogando construyamos la Patria. Para llegar al diálogo profundo y verdadero aprendiendo el lenguaje del otro. Señor… Para que crezcamos en la verdadera escucha del hermano. Señor… Para que siempre busquemos los consensos y los acuerdos. Señor… - Para que superemos los conflictos egoístas y nos reconciliemos de verdad. Señor…
XII- Jesús nos entrega su vida por amor “Jesús, concédenos la alegría de la esperanza que no defrauda” Es frente a la muerte que solemos decir: 'no somos nada'. Luchamos en la vida por cosas materiales, de tan poco valor, que la muerte, como un viento enfurecido, nos quita todo. Gracias a la muerte de Jesús, vivimos la vida del amor, la vida de Dios que es inmortal. Ya no diremos “no somos nada”; somos todo para Dios, tan queridos por El, que muere su Hijo por nosotros. Oramos ¡Señor, Tú eres nuestra esperanza! Cuando acompañamos a nuestros enfermos terminales. Señor…… Cuando llamas a tu Reino a nuestros seres más queridos. Señor… Cuando sentimos el dolor, la enfermedad que nos va limitando. Señor… Cuando el dolor no nos permite entender que gracias a tu muerte renace la vida. Señor…
XIII-La Virgen vela en sus brazos el cuerpo de Jesús
“Aquí estamos, Señor, cercanos a María que desde Lujan nos dice “Argentina, canta y camina”. Querida Virgen María, al pie de la Cruz con tu Hijo en brazos, nos recordás a todas la madres doloridas: ojos colorados, pálida la cara. Vos comprendiste que con esta muerte nos llega la vida grande. ¡Ayúdanos a entender el Reino de tu Hijo, e intercede por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte! Oramos ¡Madre, ayúdanos a construir el Reino de tu Hijo en nuestra Patria Argentina! Porque queremos profundizar la Palabra de tu hijo que nos ilumina, nos ayuda a madurar en la fe, a nivel personal y comunitario. Madre… Porque no queremos decaer en el entusiasmo de sentirnos hermanos y buenos ciudadanos. Madre… Porque necesitamos ser creativos y responsables para ayudar a nuestras familias, a nuestras comunidades, a nuestra sociedad que están en una profunda crisis. Madre… Porque queremos ver tu imagen valiente en todas las mujeres, madres, solas, marginadas, excluidas. Madre …
XIV-Entierran a Jesús
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. En la sociedad, en nuestras comunidades, en nuestras familias vivimos muchas muertes, hay muchas heridas y hay mucho dolor: falta de diálogo, ausencia de valores, ausencia de Dios, individualismo, espiritualidad superficial, activismo, desunión, autoritarismo, cansancio, incomunicación, desvalorización, fanatismos, falta de oportunidades, desocupación, pobreza, inseguridad y violencia. Pero Jesús nos invita y nos ayuda a sanar heridas, a asumir dolores, a ser hermanos; en fin, a pasar de la muerte a la vida: al amor, al compromiso, al respeto, a trabajar siempre y a vivir la fe en profundidad. Oramos Señor, que sepamos morir para dar vida. Porque tenemos que olvidarnos de nuestras propias dolencias para ayudar al hermano que está solo, desamparado, triste y enfermo. Señor… Porque debemos morir al individualismo para encontrarnos, crecer en comunidad. Señor. Porque debemos morir al egoísmo para ser tolerantes, respetuosos, comunicativos y participativos, para construir una Patria grande. . Señor… Porque necesitamos vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras y laicales para dedicar sus vidas a la construcción de tu Reino. Señor…
XV- Jesús resucitó y vive entre la gente solidariaTú nos convocas. Aquí estamos, Señor” La vida nueva está en darnos cuenta de que en Jesús somos hijos de un mismo Padre y por tanto somos hermanos; que Jesús está de nuestro lado, que es posible y debemos salir de nosotros mismos, para ofrecer ayuda, para superar los obstáculos en unidad, para trabajar juntos. De este modo, creceremos como familia, como comunidad eclesial, como Nación. Oramos ¡Señor, contamos con tu inmenso Amor! Cuando compartimos, dialogamos, nos encontramos y trabajamos juntos. Señor… Cuando nos das la esperanza de que podemos construir nuevas familias, nuevas comunidades, una nueva sociedad. Señor… Cuando nos das la fuerza necesaria para seguirte. Señor… Cuando sentimos el compromiso de construir una Nación de hermanos y buenos ciudadanos. . Señor...
Oración Final Señor Jesús, tú nos has permitido recorrer junto a María nuestra Madre, los misterios de tu Pasión para que te acompañemos también en tu Resurrección. En la celebración del Bicentenario de nuestra Patria, este año queremos caminar contigo nuevos caminos, dando pasos de verdaderos hijos de Dios y hermanos entre nosotros, como Tú nos has enseñado en el Camino de la Cruz, Camino del Amor. Queremos que Tú nos ayudes a ser buenos ciudadanos para hacer realidad el sueño de una Patria de Hermanos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Beato Miguel Sopocko

Vía Crucis de la Misericordia 
Fragmentos del libro
“La Misericordia Divina en sus obras” del Beato Miguel Sopocko, confesor y director espiritual de Santa Faustina 
Fuente: misericordia-divina.com
Las imágenes pertenecen al Vía Crucis del patio principal del Hospital de Mujeres de Cádiz. Atribuido al pintor Joseph de las Casas, fue realizado en cerámica en 1740 por una fábrica de Triana, Sevilla.
}
I- Jesús condenado a muerte Me da vergüenza Señor ponerme delante de Tu santo semblante, porque me parezco tan poco a Ti. En la flagelación sufriste tanto por mí que tan sólo ese dolor te hubiera matado si no fuera por la voluntad y la sentencia del Padre Celestial que deberías morir en la cruz. Y para mí es difícil aguantar las pequeñas infracciones e imperfecciones de los miembros de mi familia y de los prójimos. Tú, por misericordia, derramaste tanta sangre por mí. Y para mí cada ofrecimiento y cada sacrificio por el prójimo es duro. Tú con paciencia inefable y callando aguantaste el dolor de la flagelación, y yo me quejo y gimo cuando me toca soportar por Ti algún dolor o desprecio por parte del prójimo. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.

II- Jesús carga con la cruz Con profunda compasión voy a seguir a Jesús. Voy a soportar con paciencia ese disgusto para dar homenaje a Su camino a Gólgota. Si va a morir por mí, si por mis pecados sufre...¿Cómo puedo estar indiferente? No quieres Señor que lleve contigo Tu pesada cruz sino que aguante diariamente, con paciencia mis pequeñas cruces. Pero hasta ahora no lo he hecho. Me da vergüenza y pena esa pusilanimidad e ingratitud mía. Decido recibir con confianza y aguantar con amor todo lo que pongas sobre mí por Tu misericordia. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.



III- Jesús cae por primera vez Llevaste Señor una carga terrible:los pecados de todo el mundo, de todos los tiempos. Por eso se agotan Tus fuerzas. No puedes seguir con esta carga que Te hace caer. Cordero de Dios, que por Tu misericordia liberas el mundo del pecado con el peso de la cruz, desembarázame de la pesada carga de mis pecados y enciende el fuego de Tu amor, para que su llama nunca muera. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.


IV- Jesús encuentra a su Madre Madre Santísima, madre Virgen, haz que me contagie del dolor de Tu alma. Madre Dolorosa, tú que sigues el mismo camino por el que caminó Tu amadísimo Hijo, el camino de vergüenza y dlahumillación, del menosprecio y la maldición, grábame en Tu Corazón Inmaculado y, como Madre de Misericordia, concédeme la gracia necesaria para que, siguiendo a Jesús y a Ti, no me abata en este espinoso camino de Calvario que la Misericordia Divina destinó también para mí.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.




V- Simón el Cireneo le ayuda a llevar la cruz Igual que para Simón, para mí también la cruz es una cosa desagradable. Por lnaturaleza la rehuyo, pero las circunstancias me obligan a acostumbrarme a ella. Desde ahora voy a tratar de llevar mi cruz imitando a Cristo. Voy a llevar la cruz por mis pecados, por los de los otros, por las almas que sufren en el purgatorio, imitando al misericordioso Salvador. Voy a hacer el camino de Cristo, y lo seguiré aunque me rodeara una multitud de gente enemiga, burlándose de mí. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.


VI- La Verónica limpia el rostro de Jesús Jesús ya no sufre más, por eso no puedo darle un velo para limpiar el sudor y la sangre. Mas el sufriente Salvador sigue viviendo en Su cuerpo místico, en sus hermanos cargados con la cruz, en los enfermos, agonizantes, pobres, necesitados, a los que les falta un paño para secarse el sudor. Si Él dijo: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”, voy a ponerme al lado de un enfermo o un agonizante con verdadero amor y paciencia para secarle el sudor, para fortalecerle y consolarle.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.


VII- Jesús cae por segunda vez Señor, ¿cómo puedes tolerarme a mí, pecador que te ofendo innumerables veces con mis pecados cotidianos? Por la grandeza de Tu misericordia todavía sigues esperando que me mejore. Ilumíname Señor con la luz de Tu gracia para que conozca todos mis errores y malas inclinaciones que causaron que volvieras a caer bajo la cruz, para que desde ahora las extirpe sistemáticamente. Sin Tu gracia no puedo librarme de ellos. Señor, ayúdame a seguirte con confianza

VIII-Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús Hay también para mí un tiempo de misericordia, pero limitado. Después de ese tiempo será la hora de la justicia. Estoy cargado de muchas culpas, me estoy marchitando y el temor me consume, pero voy a seguir los pasos de Jesús, me arrepentiré y haré sincera penitencia. A ello me estimula la infinita misericordia de Jesús que cambió su corona de gloria por la corona de espinas; salió a buscarme y al encontrarme me abrazó a su corazón.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza

IX- Jesús cae por tercera vez ¡Por mí sufre Jesús; por mí cae bajo la cruz! ¿Dónde estaría hoy sin este sufrimiento del Salvador? Todo lo que tenemos y somos lo debemos solamente a la Pasión de Jesucristo. El cargar con nuestra cruz no significa nada sin la gracia. Solamente Su pasión hace nuestro arrepentimiento merecedor y la penitencia eficaz. Sólo la misericordia, revelada en su triple caída, es la garantía de mi salvación.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.




X- Jesús es despojado de sus vestiduras En este terrible misterio estuvo presente la Santísima Madre que lo vio todo, lo escuchó todo y lo miró todo con atención. No podemos siquiera imaginar el dolor interior por el que pasó viendo a Su Hijo profundamente avergonzado en la sangrienta desnudez, probando una amarga bebida en la que yo también vertí amargura. Desde este momento quiero y decido, con ayuda de la gracia Divina, practicar una sabia mortificación, para que la desnudez de mi alma no ofenda a Jesús ni a Su Madre Inmaculada.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.

XI- Jesús es clavado en la cruz Pongamos el pensamiento en el Gólgota bajo la cruz de Jesús, y meditemos sobre esa terrible escena: entre el cielo y la tierra está colgado el Salvador; en las afueras de la ciudad, rechazado por su gente, está colgado como un delincuente, entre otros delincuentes, como imagen de miseria, desamparo y dolor. Sin embargo, Él se parece a un jefe militar que conquista las naciones, no con espada y armas para destruirlas, sino con la cruz para salvarlas. Porque la cruz del Salvador es la herramienta de la gloria de Dios, de la justicia y de la infinita misericordia.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza

XII-Jesús muere en la cruz Nadie presenció ese acto de sacrificio con sentimientos y pensamientos tan maravillosos y adecuados como los de la Madre de la Misericordia. Tal como durante la concepción y el nacimiento sustituía a toda la humanidad, adorando y amando ardientemente al Señor de los Cielos, también ante la muerte de Su Hijo adoraba el cuerpo inerte, sufría su perdida, pero a la vez no se olvidaba de Sus hijos adoptivos, cuyos representantes son San Juan Apóstol y el recién convertido criminal por el cual había intercedido ante Su Hijo. Intercede por mi también, oh Madre de Misericordia; acuérdate de mí cuando agonizando, encomiende mi alma al Padre.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza

XIII- El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz Misericordioso Salvador, ¿qué corazón resistirá la cautivadora elocuencia con la que nos hablas con las innumerables heridas de Tu cuerpo muerto, que reposa en el seno de Tu Madre Dolorosa? Cada acción Tuya hubiera bastado como propiciación y reparación de las ofensas. En cambio, elegiste esa manera de Redención para resaltar el gran valor de muestra alma y Tu inagotable misericordia, para que incluso el mayor pecador pueda venir a Ti con confianza, y arrepentido recibir perdón como lo recibió el criminal agonizante.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.

XIV - El Cuerpo de Jesús es colocado en el sepulcro Madre de Misericordia, me elegiste para que fuera tu hijo y hermano de Jesús, por quien cual lloras tras ponerle en el sepulcro. No hagas caso de mi debilidad, inestabilidad y dejadez por las que lloro sin cesar y a las que renuncio constantemente. Pero acuérdate de la voluntad de Jesús que me había confiado a Ti. Cumple pues Tu misión en cuanto a mí, y por desmerecedor que sea, dame las gracias del Salvador que mi debilidad necesita. Sé para mí siempre la Madre de Misericordia.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.




Via Crucis de la paradoja

Vía Crucis de la paradoja
El cristianismo es una paradoja en sí mismo. Las palabras "amar a tus enemigos", "rezar por ellos", "poner la otra mejilla cuando te golpeen", "dar tu túnica al que te la pide", "devolver bien por mal"… el Dios que se hace hombre, el Omnipotente, que es crucificado, el Todo Santo que muere como criminal… es escándalo para los judíos y locura para los griegos (cfr. 1Cor. 1, 23). A veces también para nosotros ser cristiano se nos vuelve paradojal, y la cruz se nos convierte en escándalo y locura.
Las imágenes que ilustran este Vía Crucis, pertenecen a cuadros del pintor alemán contemporáneo Sieger Köeder. El Texto es de Mons. Dante Bernacki.
I- Jesús es condenado a muerte La sentencia es pronunciada. Lo inicuo de la misma pone en evidencia la inocencia del acusado y la culpabilidad del que lo acusa. Lavarse las manos con agua, equivale aquí a manchárselas con sangre inocente. Señor, ten piedad: Por los juicios inútiles contra nuestros hermanos. Por las acusaciones injustas. Por desentendernos de los calumniados. II- Jesús carga con la Cruz El Señor lleva el peso de la Cruz sobre sus hombros, ¿es que acaso no lo debería llevar yo? El Cordero inmaculado es condenado para que el pecador sea liberado. ¿No es incomprensible el amor de Dios? Sólo su infinito amor puede aportar una respuesta a esta pregunta. Por tu cruz, perdónanos: De la multitud de nuestras culpas. De las cruces injustas del mundo. Del olvido de los hermanos marginados. III- Jesús cae por primera vez Jesús, tú eres el Hijo de Dios. Como Dios sostienes el Universo entero, como hombre, no te puedes sostener y caes. Desde tu infinita grandeza, asumes nuestra nada, nuestra miseria, haciéndote miserable tú mismo. Te pones a nuestra altura, para decirnos cuánto nos ama tu Padre. Ayúdanos, Señor: En el momento de la tentación. En el momento de la caída. En el momento de la humillación.
IV- Jesús se encuentra con su Madre El Cordero Inmaculado carga la Cruz, y lo hace por nuestros pecados. María Inmaculada se acerca a Él, y el torbellino del amor la hunde en el abismo de la compasión. Su Hijo, el Rey, coronado de espinas. Ella, la Reina, lleva atravesado el corazón por el dolor. Compadécete, Madre: De nuestras miserias. De nuestros sufrimientos. De nuestras cobardías. V- El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la Cruz El que todo lo puede por ser Dios, agotado, ya lo vence el peso del madero. Una pobre criatura, Simón de Cirene, auxilia a quien en realidad le sostiene. Ayuda a llevar la Cruz, a quien soporta el peso de las nuestras. ¡Qué incomprensible es la misericordia de Dios! Muéstranos tu misericordia: Cuando la aflicción nos quita la paz. Cuando nos sentimos solos en la vida. Cuando el sufrimiento nos inunda.
VI- La Verónica enjuga el rostro de Jesús Una sencilla mujer, compasiva, se acerca a Jesús y le limpia su rostro con un paño. Verónica, tú enjugas la faz de Cristo, cuando él por su sufrimiento va purificando tu corazón. Que comprendamos este sublime gesto de caridad y lo vivamos con nuestros hermanos. Jesús, purifícanos: De nuestras infidelidades al plan de Dios. De nuestras omisiones ante los que nos necesitan. De nuestras actitudes cobardes que nos impiden amar. VII- Jesús cae por segunda vez Cae quien no debiera caer, para levantar a quienes eligieron la postración. Cae Jesús, el Santo por excelencia, para levantar al pecador. Cae por tierra, quien con su gracia nos quiere elevar al cielo de su amor. Señor, que alabemos siempre tu paciencia, para que seas la fortaleza que necesitamos en el peregrinar de nuestras vidas. Jesús, anímanos en nuestro caminar: Para que la esperanza nunca falte. Para que la luz de la fe no se apague. Para que no se enfríen nuestros corazones. VIII- Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén Fuente infinita de compasión eres, Jesús. Necesitando ser consolado, tú eres quien consuela a las mujeres que lloran. Devuelves misericordia por misericordia. Que comprendamos Jesús que tu dolor y tu debilidad son nuestro remedio y fortaleza en las aflicciones de la vida. Por tus lágrimas, ten compasión de las madres: Cristo, Hijo de María, deshecho por nuestros pecados. Cristo, Hijo de María, Cordero inocente que te inmolas. Cristo, Hijo de María, oblación inmaculada al Padre celestial. IX- Jesús cae por tercera vez Tres veces glorioso, el único Dios Trinitario. Tres veces gloriosa, tu grandeza divina, Jesús. Y por tres veces caes para mostrarnos que quieres abrazarnos con tu Amor tres veces compasivo, para levantarnos de nuestras iniquidades. Que no nos desanimemos en medio de los problemas de la vida. Jesús, tu debilidad, es nuestra fortaleza: Cuando se cierran los caminos de la vida. Cuando no podemos avanzar en nuestras dificultades. Cuando el cansancio nos agobia. X- Jesús es despojado de sus vestiduras Dejas que te arranquen las vestiduras, para vestirnos a nosotros. Tú mismo estás desnudo, para cubrir nuestras miserias. Cuando la vergüenza falta, rechazamos el traje de fiesta de la gracia para hundirnos nuevamente en la desnudez de nuestras culpas. Nos creemos libres cuando rechazamos la dignidad de hijos, para asumir la desnudez del esclavo por el pecado. Jesús, cubre nuestra desnudez: Ante la falta de respeto a la dignidad de la mujer. Ante la carencia de conciencia de la propia dignidad. Ante los atropellos contra la inocencia. XI- Jesús es crucificado Cruelmente fijan con clavos tus brazos, que sólo supieron de bendiciones. Traspasan violentamente tus pies, que sólo supieron de cansancios, llevando paz y misericordia a todos. Jesús tu humillación, es glorificación; tu ignominia, elevación. Hecho en todo obediente al Padre, hasta la muerte, para dar Vida. El rechazo de quienes te condenaron, hizo que elevado sobre la tierra atrajeras a todos hacia ti. Jesús, muéstranos tu misericordia: Por tu cuerpo traspasado por los clavos. Por tu agonía en el Calvario. XII- Jesús muere en la cruz Señor, cuántas paradojas se ciernen sobre la Cruz: el árbol de la muerte, con tu muerte se convierte en Árbol de Vida; tu último suspiro, es para nosotros el primer hálito de eternidad; inclinas tu cabeza coronada de espinas, para que nosotros podamos levantar las nuestras coronadas por la gracia; en medio de la violencia del primer viernes santo, con tu sacrificio, nos das la paz; a tu Padre encomiendas tu espíritu, para darnos a nosotros el Espíritu Santo. Jesús, por tu cruz, danos la vida: En el viernes santo de tu calvario. Cuando entregas tu espíritu al Padre. Por tu corazón traspasado por la lanza.
XIII-El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz
María de la piedad: no merecías pasar por ésto, sin embargo tu mirada serena y dolorida nos llena de esperanza. ¡Tantas cosas hay en la vida que no comprendemos! Y sin embargo nos vuelves a decir “¡Hágase en mí según tu Palabra!”. Quien es la Vida, yace muerto en tu regazo. Quien nos devuelve la eternidad, se entrega a la muerte. El que es la Luz eterna, quiso eclipsarse un momento, para guiar nuestros pasos por los caminos de la paz y el perdón. Madre de la esperanza, óyenos: Cuando la vida nos devuelve amarguras. Cuando el horizonte de nuestro camino se oscurece. Cuando parece que todo nos sale mal.
XIV- El cuerpo de Jesús es puesto en el sepulcro Una cavidad en la piedra, pretende contener el cuerpo de quien es la Inmensidad. El lugar de los muertos pretende encerrar a quien es la Vida. Jesús baja hasta lo más profundo para elevar al cielo a todos los justos del Antiguo Testamento. Junto al dolor frente a un cuerpo muerto, queda velando la esperanza en la Resurrección. ¡Cuántas cosas descubrimos en el camino de la Cruz! Jesús, deja que esperemos junto a tu tumba el florecer glorioso de tu Nueva Vida. María, Madre de la Piedad, escúchanos: Para que luchemos con esperanza por la Verdad. Para que vivamos el Evangelio de la Vida. Para que tengamos fortaleza en el camino del Bien.
Oración final Jesús, tu Resurrección es manantial de vida para todos nosotros. Deja que nos abramos a la inmensidad de tu amor, para que resucitando en nosotros, nos llenes de tu gracia. Permite, Señor, que en cada Eucaristía, nos alimentemos de tu Cuerpo y de tu Sangre, que son prenda de la Nueva Vida, de la Nueva Creación. Gloria a Tí, Cristo Resucitado. Bendita sea la mañana gloriosa de tu resurrección. Bendita sea María Santísima, en el gozo inmenso de tu gloria. Bendita sea la Buena Nueva de tu vuelta gloriosa a la Vida.

Meditaciones del P. Ramón Cué, s.j.

El Vía crucis de todos los hombres
(extracto)
Las imágenes –bajorrelieves de madera policromada-corresponden al Vía Crucis de la Iglesia de S. Maria delle Grazie, en Gagliano Castelferrato (Italia)
I- Jesús es condenado a muerte Gracias, Señor, por tu condena a muerte. Has querido pasar para siempre a la historia con “antecedentes penales”. En los archivos de la justicia humana tienes una ficha irredimible: reo de muerte. Y por esa ficha tuya, infamante e injusta, son quemadas para siempre nuestras justas fichas de merecida y culpable condenación; son destruidos los archivos de nuestras comprobadas injusticias personales y se nos concede un edicto plenario de absolución. Por tu condena a muerte, gracias, Señor. II- Jesús carga con la cruz Cristo no estrenó ninguna cruz. Es absurdo imaginar que los soldados acudieran a un bosque próximo a escoger y talar un árbol con cuyo tronco preparar una cruz nueva para Cristo. No era hora de labrar cruces nuevas, sino de aprovechar las existentes, y que por eso vienen con restos de sangre seca del último crucificado, incrustada en las rugosidades de sus nudos. Precisamente éso era lo que buscaba Cristo: solidarizarse con las cruces, ya en uso, de sus hermanos los hombres. No estrenó una cruz flamante para él. Un modelo especial. Quería nuestra cruz, ya usada por nosotros, para hacerla suya… Quería una cruz transida y mojada por el sudor, la sangre y el llanto de otros hombres. Una cruz que se había estremecido ya en el aire con los estertores de los moribundos y así derrotar definitivamente entre sus brazos a la muerte. III- Jesús cae por primera vez Cristo sigue cayendo y cayendo en las calles de nuestra vida. En las esquinas, en las aceras, en los cruces de caminos, en las cunetas de nuestra existencia, hay hermanos caídos en la tierra y aplastados por su cruz. IV- Jesús encuentra a su Madre El que multiplicó los panes y los peces, el que caminó sobre el oleaje enfebrecido, el que resucitó a los muertos y expulsó con el látigo a los mercaderes del templo, no tiene ahora fuerzas ni para llevar, como un hombre, el peso de su cruz. Y ahora ha rodado por el suelo aplastado por ella. Pero en frente de ti, cerca, en esa esquina, ahí te esperan bien abiertos, unos ojos a los que puedes asirte fuerte y firmemente, para levantarte y ponerte de pie. Míralos: los ojos de María, tu Madre. Ahí la tienes, puntual; justo después de tu caída. Es una cita a la que no fallan jamás las madres. Ellas se las arreglan para estar siempre junto a sus hijos derribados. Dios conceda a todos los hombres una mujer así -madre, esposa, hermana o hija-, en las esquinas dolorosas de su Vía Crucis. Una mujer que se parezca a María, la Madre de Jesús. V-El Cireneo carga con la cruz de Cristo Si quieres llevar mejor tu cruz, carga al mismo tiempo la de otro. En la ciencia cristiana, una cruz sola pesa más que dos: si sumas cruces, restas peso. Si tratas de restar en tu egoísmo, sumas y multiplicas tu propia cruz. Cuando encima de la tuya cargas con la de tu hermano, la propia se aligera, se alegra, le nacen alas…. Si te centras en tu cruz personal, tú solo, al margen de todo y de todos, te pesará más, hasta convertirse en una obsesión que te aplaste. ¿Por qué no haces de Cireneo de tu hermano? Verás cómo cambia todo radicalmente. VI- La Verónica limpia el rostro de Jesús La Verónica, compadecida, desafiando a la autoridad y al orden público, enjuga el rostro desfigurado y sangrante de Cristo. Por ser la única persona que se había atrevido públicamente a dar por El la cara, en recompensa Cristo le da también la suya. Por desgracia, ha aparecido hoy otra versión, diametralmente opuesta, de la Verónica. Verónicas al revés. Van por los caminos de la vida buscando caras maltrechas, sangrantes y desfiguradas de los hombres. Pero no para enjugar el llanto, restañar la sangre y limpiar el polvo y la saliva, devolviéndoles así un rostro sano, limpio y bello. Al revés. Se dedican a hurgar en todos los basurales de la sociedad, a revolver las aguas corrompidas de todas las cloacas, para entresacar con gancho afilado de curiosidad malsana, todos los chismes groseros, todos los cuentos denigrantes, todas las calumnias putrefactas. Verónicas al revés, que afirman conmoverse y llorar ante el rostro sangrante de Cristo y que no tienen empacho en herir y ensangrentar la cara de Cristo en sus hermanos. VII- Jesús cae por segunda vez
Lo más pavoroso y desolador en el hombre caído debe ser, Señor, sentirse solo y saberse solo en su caída; solo y desasistido en su debilidad; solo y abandonado en su culpabilidad. La más trágica soledad debe ser la del hombre y su pecado, en el desierto absoluto de su impotencia. Pero desde que Tú caíste, Señor, nadie puede sentirse solo en su caída y su pecado. Tus caídas suavizan y ablandan nuestras piedras, alfombran nuestros caminos, acolchan cariñosamente nuestros golpes y tropezones. Nadie cae solo. Nadie peca solo. Ya estaba allí Cristo, caído en tierra para amortiguar el golpe. Para recoger nuestra debilidad en su fortaleza. Para darnos su mano y ponernos de pie. VIII- Jesús habla a las hijas de Jerusalén Jesús dice a las mujeres: "Si al árbol verde lo tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará?" Toma Señor, nuestra leña seca, amontónala sobre tu tronco verde y que el fuego redentor de esa hoguera ilumine, purifique y redima al mundo. Ahí está nuestra leña seca: préndele fuego. Y abrasa al mundo en tu amor.
IX- Jesús cae por tercera vez No hay peor pecado que el de soberbia, ni más peligrosa caída que la del orgullo. La caída del soberbio no se ve. No cae hacia abajo, manchándose su carne con polvo y barro. El soberbio cae hacia arriba, tratando de usurparle a Dios el sitio. En la caída hacia arriba el abismo es tan profundo que a veces no se toca fondo; crece nuestro orgullo y se refina nuestra soberbia, más ciega cada vez. En la caída hacia abajo, por alta que sea pronto se toca tierra, y se palpa en el choque, dolorosamente, la propia debilidad. El golpe contra la tierra despierta nuestra humildad. El hombre que cae hacia abajo se descalabra, y, humillado, puede volver a levantarse. Dios le hecha una mano. Gracias, Señor, por nuestras caídas. Con polvo, con sangre, con roturas y descalabros aprendemos nuestra medida exacta, nuestra pequeñez y debilidad. X- Jesús es despojado de sus vestidos Es lógico que a nuestros crucifijos, les ciñamos la cintura con un paño. Por respeto, por pudor, por cariño. Pero, sinceramente, ese paño...... se lo ponemos a Cristo ¿por Él o por nosotros? ¿Por piedad, pensando en Jesús, o por cómoda tranquilidad para evitar que sufran nuestros ojos y se perturbe nuestra sensibilidad? Este viejo y egoísta recurso lo aplicamos continua y sistemáticamente en nuestra vida: no ver ni oír nada que pueda hacernos sufrir; nada que hiera nuestros ojos ni comprometa nuestro corazón. Y así nos pasamos la vida poniendo paños y vendas sobre las penas, los dolores, las tristezas y las injusticias que padecen nuestros hermanos. Tapamos con paños los dolores ajenos como cubrimos, Señor, con velos, tu cintura en tus imágenes. El caso es no ver, no enterarse, no sufrir. Pero en este juego peligroso y egoísta de velos y paños, hay cristianos que deciden ponerse las vendas ellos mismos sobre sus propios ojos, taponándose herméticamente los oídos y acorazarse el corazón con una armadura blindada: llevan el corazón blindado a prueba de sufrimientos ajenos. XI-Jesús es clavado en la cruz El Emperador Constantino hace 1600 años publicó una ley aboliendo para siempre el suplicio de la cruz. Fue un homenaje a tu Persona, Señor, y un desagravio de la misma Roma que, cuatro siglos antes, te había ejecutado con el suplicio más infame. Pero el decreto de Constantino ha sido completamente inútil. La cruz no ha podido, ni podrá nunca, ser abolida. A todos nos busca y nos persigue. Y tarde o temprano, en todas partes, en vida o en muerte, todos acabamos crucificados. A la corta o a la larga, a todos nos aguarda la cruz. En nuestra vida todos repetimos esta Undécima Estación del Via Crucis. Enséñame, Señor, a transformar mi cruz en sonrisa y gloria entre mis labios, aunque sepa a hiel y vinagre.
XII- Jesús muere en la cruz El Viernes Santo en el Calvario, a las tres de la tarde, no murió Cristo solamente con una muerte individual y personal. También nosotros moríamos a la misma hora. En su naturaleza humana estabamos presentes todos los hombres; sobre sus espaldas gravitaban todos nuestros pecados. Su Pasión era la consecuencia de haberse responsabilizado ante su Padre de todos nuestros delitos. Por eso también en su muerte moríamos con Él todos los pecadores. Al cargar con nuestros pecados, Cristo cargó también con nuestra muerte, porque pecado y muerte están siempre inseparablemente soldados. Desde que Cristo murió en la cruz ya la muerte es radicalmente distinta. XIII- Jesús es descolgado de la cruz y puesto en los brazos de su Madre Señora de la Piedad, por tu Hijo muerto, concédeles a todas las madres ser siempre playas abiertas para recibir a sus hijos después de las tormentas y los naufragios de sus vidas. Anima, Señora, a los hijos, a regresar a la playa de la madre. En ese regazo pueden recomponerse todas las roturas. Y si a los hijos, destrozados y malditos por la vida, nos faltara el regazo de una madre, recuérdanos, Señora, que tú eres siempre Madre y que tu regazo es la playa siempre abierta para los restos de nuestro naufragio. XIV-Jesús es enterrado en un sepulcro El Vía Crucis de Cristo no termina en un sepulcro lleno, sino en una tumba vacía. Porque el sepulcro está vacío recorremos y repetimos su Vía Crucis y lo copiamos en nuestra vida, ya que al final nos espera la gloria de la resurrección. Nunca ha habido un sepulcro más vacío: todo, con El ha resucitado: sus Palabras, sus Promesas, sus Parábolas, sus Milagros, sus Bienaventuranzas. Ya tienen respuesta los pecadores, los enfermos, los pobres, los oprimidos, los pacíficos, los misericordiosos, los muertos. Todo ha resucitado en Cristo. Las catorce estaciones del Vía Crucis solamente se comprenden y se aceptan cuando se las ha contemplado desde la altura del Calvario, junto al sepulcro vacío, transfiguradas con la luz nueva del alba que se quiebra con sus temblores pascuales en la mañana de la Resurrección.