Beato Miguel Sopocko

Vía Crucis de la Misericordia 
Fragmentos del libro
“La Misericordia Divina en sus obras” del Beato Miguel Sopocko, confesor y director espiritual de Santa Faustina 
Fuente: misericordia-divina.com
Las imágenes pertenecen al Vía Crucis del patio principal del Hospital de Mujeres de Cádiz. Atribuido al pintor Joseph de las Casas, fue realizado en cerámica en 1740 por una fábrica de Triana, Sevilla.
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I- Jesús condenado a muerte Me da vergüenza Señor ponerme delante de Tu santo semblante, porque me parezco tan poco a Ti. En la flagelación sufriste tanto por mí que tan sólo ese dolor te hubiera matado si no fuera por la voluntad y la sentencia del Padre Celestial que deberías morir en la cruz. Y para mí es difícil aguantar las pequeñas infracciones e imperfecciones de los miembros de mi familia y de los prójimos. Tú, por misericordia, derramaste tanta sangre por mí. Y para mí cada ofrecimiento y cada sacrificio por el prójimo es duro. Tú con paciencia inefable y callando aguantaste el dolor de la flagelación, y yo me quejo y gimo cuando me toca soportar por Ti algún dolor o desprecio por parte del prójimo. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.

II- Jesús carga con la cruz Con profunda compasión voy a seguir a Jesús. Voy a soportar con paciencia ese disgusto para dar homenaje a Su camino a Gólgota. Si va a morir por mí, si por mis pecados sufre...¿Cómo puedo estar indiferente? No quieres Señor que lleve contigo Tu pesada cruz sino que aguante diariamente, con paciencia mis pequeñas cruces. Pero hasta ahora no lo he hecho. Me da vergüenza y pena esa pusilanimidad e ingratitud mía. Decido recibir con confianza y aguantar con amor todo lo que pongas sobre mí por Tu misericordia. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.



III- Jesús cae por primera vez Llevaste Señor una carga terrible:los pecados de todo el mundo, de todos los tiempos. Por eso se agotan Tus fuerzas. No puedes seguir con esta carga que Te hace caer. Cordero de Dios, que por Tu misericordia liberas el mundo del pecado con el peso de la cruz, desembarázame de la pesada carga de mis pecados y enciende el fuego de Tu amor, para que su llama nunca muera. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.


IV- Jesús encuentra a su Madre Madre Santísima, madre Virgen, haz que me contagie del dolor de Tu alma. Madre Dolorosa, tú que sigues el mismo camino por el que caminó Tu amadísimo Hijo, el camino de vergüenza y dlahumillación, del menosprecio y la maldición, grábame en Tu Corazón Inmaculado y, como Madre de Misericordia, concédeme la gracia necesaria para que, siguiendo a Jesús y a Ti, no me abata en este espinoso camino de Calvario que la Misericordia Divina destinó también para mí.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.




V- Simón el Cireneo le ayuda a llevar la cruz Igual que para Simón, para mí también la cruz es una cosa desagradable. Por lnaturaleza la rehuyo, pero las circunstancias me obligan a acostumbrarme a ella. Desde ahora voy a tratar de llevar mi cruz imitando a Cristo. Voy a llevar la cruz por mis pecados, por los de los otros, por las almas que sufren en el purgatorio, imitando al misericordioso Salvador. Voy a hacer el camino de Cristo, y lo seguiré aunque me rodeara una multitud de gente enemiga, burlándose de mí. Señor, ayúdame a seguirte con confianza.


VI- La Verónica limpia el rostro de Jesús Jesús ya no sufre más, por eso no puedo darle un velo para limpiar el sudor y la sangre. Mas el sufriente Salvador sigue viviendo en Su cuerpo místico, en sus hermanos cargados con la cruz, en los enfermos, agonizantes, pobres, necesitados, a los que les falta un paño para secarse el sudor. Si Él dijo: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”, voy a ponerme al lado de un enfermo o un agonizante con verdadero amor y paciencia para secarle el sudor, para fortalecerle y consolarle.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.


VII- Jesús cae por segunda vez Señor, ¿cómo puedes tolerarme a mí, pecador que te ofendo innumerables veces con mis pecados cotidianos? Por la grandeza de Tu misericordia todavía sigues esperando que me mejore. Ilumíname Señor con la luz de Tu gracia para que conozca todos mis errores y malas inclinaciones que causaron que volvieras a caer bajo la cruz, para que desde ahora las extirpe sistemáticamente. Sin Tu gracia no puedo librarme de ellos. Señor, ayúdame a seguirte con confianza

VIII-Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús Hay también para mí un tiempo de misericordia, pero limitado. Después de ese tiempo será la hora de la justicia. Estoy cargado de muchas culpas, me estoy marchitando y el temor me consume, pero voy a seguir los pasos de Jesús, me arrepentiré y haré sincera penitencia. A ello me estimula la infinita misericordia de Jesús que cambió su corona de gloria por la corona de espinas; salió a buscarme y al encontrarme me abrazó a su corazón.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza

IX- Jesús cae por tercera vez ¡Por mí sufre Jesús; por mí cae bajo la cruz! ¿Dónde estaría hoy sin este sufrimiento del Salvador? Todo lo que tenemos y somos lo debemos solamente a la Pasión de Jesucristo. El cargar con nuestra cruz no significa nada sin la gracia. Solamente Su pasión hace nuestro arrepentimiento merecedor y la penitencia eficaz. Sólo la misericordia, revelada en su triple caída, es la garantía de mi salvación.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.




X- Jesús es despojado de sus vestiduras En este terrible misterio estuvo presente la Santísima Madre que lo vio todo, lo escuchó todo y lo miró todo con atención. No podemos siquiera imaginar el dolor interior por el que pasó viendo a Su Hijo profundamente avergonzado en la sangrienta desnudez, probando una amarga bebida en la que yo también vertí amargura. Desde este momento quiero y decido, con ayuda de la gracia Divina, practicar una sabia mortificación, para que la desnudez de mi alma no ofenda a Jesús ni a Su Madre Inmaculada.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.

XI- Jesús es clavado en la cruz Pongamos el pensamiento en el Gólgota bajo la cruz de Jesús, y meditemos sobre esa terrible escena: entre el cielo y la tierra está colgado el Salvador; en las afueras de la ciudad, rechazado por su gente, está colgado como un delincuente, entre otros delincuentes, como imagen de miseria, desamparo y dolor. Sin embargo, Él se parece a un jefe militar que conquista las naciones, no con espada y armas para destruirlas, sino con la cruz para salvarlas. Porque la cruz del Salvador es la herramienta de la gloria de Dios, de la justicia y de la infinita misericordia.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza

XII-Jesús muere en la cruz Nadie presenció ese acto de sacrificio con sentimientos y pensamientos tan maravillosos y adecuados como los de la Madre de la Misericordia. Tal como durante la concepción y el nacimiento sustituía a toda la humanidad, adorando y amando ardientemente al Señor de los Cielos, también ante la muerte de Su Hijo adoraba el cuerpo inerte, sufría su perdida, pero a la vez no se olvidaba de Sus hijos adoptivos, cuyos representantes son San Juan Apóstol y el recién convertido criminal por el cual había intercedido ante Su Hijo. Intercede por mi también, oh Madre de Misericordia; acuérdate de mí cuando agonizando, encomiende mi alma al Padre.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza

XIII- El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz Misericordioso Salvador, ¿qué corazón resistirá la cautivadora elocuencia con la que nos hablas con las innumerables heridas de Tu cuerpo muerto, que reposa en el seno de Tu Madre Dolorosa? Cada acción Tuya hubiera bastado como propiciación y reparación de las ofensas. En cambio, elegiste esa manera de Redención para resaltar el gran valor de muestra alma y Tu inagotable misericordia, para que incluso el mayor pecador pueda venir a Ti con confianza, y arrepentido recibir perdón como lo recibió el criminal agonizante.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.

XIV - El Cuerpo de Jesús es colocado en el sepulcro Madre de Misericordia, me elegiste para que fuera tu hijo y hermano de Jesús, por quien cual lloras tras ponerle en el sepulcro. No hagas caso de mi debilidad, inestabilidad y dejadez por las que lloro sin cesar y a las que renuncio constantemente. Pero acuérdate de la voluntad de Jesús que me había confiado a Ti. Cumple pues Tu misión en cuanto a mí, y por desmerecedor que sea, dame las gracias del Salvador que mi debilidad necesita. Sé para mí siempre la Madre de Misericordia.
Señor, ayúdame a seguirte con confianza.