Via Crucis de la paradoja

Vía Crucis de la paradoja
El cristianismo es una paradoja en sí mismo. Las palabras "amar a tus enemigos", "rezar por ellos", "poner la otra mejilla cuando te golpeen", "dar tu túnica al que te la pide", "devolver bien por mal"… el Dios que se hace hombre, el Omnipotente, que es crucificado, el Todo Santo que muere como criminal… es escándalo para los judíos y locura para los griegos (cfr. 1Cor. 1, 23). A veces también para nosotros ser cristiano se nos vuelve paradojal, y la cruz se nos convierte en escándalo y locura.
Las imágenes que ilustran este Vía Crucis, pertenecen a cuadros del pintor alemán contemporáneo Sieger Köeder. El Texto es de Mons. Dante Bernacki.
I- Jesús es condenado a muerte La sentencia es pronunciada. Lo inicuo de la misma pone en evidencia la inocencia del acusado y la culpabilidad del que lo acusa. Lavarse las manos con agua, equivale aquí a manchárselas con sangre inocente. Señor, ten piedad: Por los juicios inútiles contra nuestros hermanos. Por las acusaciones injustas. Por desentendernos de los calumniados. II- Jesús carga con la Cruz El Señor lleva el peso de la Cruz sobre sus hombros, ¿es que acaso no lo debería llevar yo? El Cordero inmaculado es condenado para que el pecador sea liberado. ¿No es incomprensible el amor de Dios? Sólo su infinito amor puede aportar una respuesta a esta pregunta. Por tu cruz, perdónanos: De la multitud de nuestras culpas. De las cruces injustas del mundo. Del olvido de los hermanos marginados. III- Jesús cae por primera vez Jesús, tú eres el Hijo de Dios. Como Dios sostienes el Universo entero, como hombre, no te puedes sostener y caes. Desde tu infinita grandeza, asumes nuestra nada, nuestra miseria, haciéndote miserable tú mismo. Te pones a nuestra altura, para decirnos cuánto nos ama tu Padre. Ayúdanos, Señor: En el momento de la tentación. En el momento de la caída. En el momento de la humillación.
IV- Jesús se encuentra con su Madre El Cordero Inmaculado carga la Cruz, y lo hace por nuestros pecados. María Inmaculada se acerca a Él, y el torbellino del amor la hunde en el abismo de la compasión. Su Hijo, el Rey, coronado de espinas. Ella, la Reina, lleva atravesado el corazón por el dolor. Compadécete, Madre: De nuestras miserias. De nuestros sufrimientos. De nuestras cobardías. V- El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la Cruz El que todo lo puede por ser Dios, agotado, ya lo vence el peso del madero. Una pobre criatura, Simón de Cirene, auxilia a quien en realidad le sostiene. Ayuda a llevar la Cruz, a quien soporta el peso de las nuestras. ¡Qué incomprensible es la misericordia de Dios! Muéstranos tu misericordia: Cuando la aflicción nos quita la paz. Cuando nos sentimos solos en la vida. Cuando el sufrimiento nos inunda.
VI- La Verónica enjuga el rostro de Jesús Una sencilla mujer, compasiva, se acerca a Jesús y le limpia su rostro con un paño. Verónica, tú enjugas la faz de Cristo, cuando él por su sufrimiento va purificando tu corazón. Que comprendamos este sublime gesto de caridad y lo vivamos con nuestros hermanos. Jesús, purifícanos: De nuestras infidelidades al plan de Dios. De nuestras omisiones ante los que nos necesitan. De nuestras actitudes cobardes que nos impiden amar. VII- Jesús cae por segunda vez Cae quien no debiera caer, para levantar a quienes eligieron la postración. Cae Jesús, el Santo por excelencia, para levantar al pecador. Cae por tierra, quien con su gracia nos quiere elevar al cielo de su amor. Señor, que alabemos siempre tu paciencia, para que seas la fortaleza que necesitamos en el peregrinar de nuestras vidas. Jesús, anímanos en nuestro caminar: Para que la esperanza nunca falte. Para que la luz de la fe no se apague. Para que no se enfríen nuestros corazones. VIII- Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén Fuente infinita de compasión eres, Jesús. Necesitando ser consolado, tú eres quien consuela a las mujeres que lloran. Devuelves misericordia por misericordia. Que comprendamos Jesús que tu dolor y tu debilidad son nuestro remedio y fortaleza en las aflicciones de la vida. Por tus lágrimas, ten compasión de las madres: Cristo, Hijo de María, deshecho por nuestros pecados. Cristo, Hijo de María, Cordero inocente que te inmolas. Cristo, Hijo de María, oblación inmaculada al Padre celestial. IX- Jesús cae por tercera vez Tres veces glorioso, el único Dios Trinitario. Tres veces gloriosa, tu grandeza divina, Jesús. Y por tres veces caes para mostrarnos que quieres abrazarnos con tu Amor tres veces compasivo, para levantarnos de nuestras iniquidades. Que no nos desanimemos en medio de los problemas de la vida. Jesús, tu debilidad, es nuestra fortaleza: Cuando se cierran los caminos de la vida. Cuando no podemos avanzar en nuestras dificultades. Cuando el cansancio nos agobia. X- Jesús es despojado de sus vestiduras Dejas que te arranquen las vestiduras, para vestirnos a nosotros. Tú mismo estás desnudo, para cubrir nuestras miserias. Cuando la vergüenza falta, rechazamos el traje de fiesta de la gracia para hundirnos nuevamente en la desnudez de nuestras culpas. Nos creemos libres cuando rechazamos la dignidad de hijos, para asumir la desnudez del esclavo por el pecado. Jesús, cubre nuestra desnudez: Ante la falta de respeto a la dignidad de la mujer. Ante la carencia de conciencia de la propia dignidad. Ante los atropellos contra la inocencia. XI- Jesús es crucificado Cruelmente fijan con clavos tus brazos, que sólo supieron de bendiciones. Traspasan violentamente tus pies, que sólo supieron de cansancios, llevando paz y misericordia a todos. Jesús tu humillación, es glorificación; tu ignominia, elevación. Hecho en todo obediente al Padre, hasta la muerte, para dar Vida. El rechazo de quienes te condenaron, hizo que elevado sobre la tierra atrajeras a todos hacia ti. Jesús, muéstranos tu misericordia: Por tu cuerpo traspasado por los clavos. Por tu agonía en el Calvario. XII- Jesús muere en la cruz Señor, cuántas paradojas se ciernen sobre la Cruz: el árbol de la muerte, con tu muerte se convierte en Árbol de Vida; tu último suspiro, es para nosotros el primer hálito de eternidad; inclinas tu cabeza coronada de espinas, para que nosotros podamos levantar las nuestras coronadas por la gracia; en medio de la violencia del primer viernes santo, con tu sacrificio, nos das la paz; a tu Padre encomiendas tu espíritu, para darnos a nosotros el Espíritu Santo. Jesús, por tu cruz, danos la vida: En el viernes santo de tu calvario. Cuando entregas tu espíritu al Padre. Por tu corazón traspasado por la lanza.
XIII-El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz
María de la piedad: no merecías pasar por ésto, sin embargo tu mirada serena y dolorida nos llena de esperanza. ¡Tantas cosas hay en la vida que no comprendemos! Y sin embargo nos vuelves a decir “¡Hágase en mí según tu Palabra!”. Quien es la Vida, yace muerto en tu regazo. Quien nos devuelve la eternidad, se entrega a la muerte. El que es la Luz eterna, quiso eclipsarse un momento, para guiar nuestros pasos por los caminos de la paz y el perdón. Madre de la esperanza, óyenos: Cuando la vida nos devuelve amarguras. Cuando el horizonte de nuestro camino se oscurece. Cuando parece que todo nos sale mal.
XIV- El cuerpo de Jesús es puesto en el sepulcro Una cavidad en la piedra, pretende contener el cuerpo de quien es la Inmensidad. El lugar de los muertos pretende encerrar a quien es la Vida. Jesús baja hasta lo más profundo para elevar al cielo a todos los justos del Antiguo Testamento. Junto al dolor frente a un cuerpo muerto, queda velando la esperanza en la Resurrección. ¡Cuántas cosas descubrimos en el camino de la Cruz! Jesús, deja que esperemos junto a tu tumba el florecer glorioso de tu Nueva Vida. María, Madre de la Piedad, escúchanos: Para que luchemos con esperanza por la Verdad. Para que vivamos el Evangelio de la Vida. Para que tengamos fortaleza en el camino del Bien.
Oración final Jesús, tu Resurrección es manantial de vida para todos nosotros. Deja que nos abramos a la inmensidad de tu amor, para que resucitando en nosotros, nos llenes de tu gracia. Permite, Señor, que en cada Eucaristía, nos alimentemos de tu Cuerpo y de tu Sangre, que son prenda de la Nueva Vida, de la Nueva Creación. Gloria a Tí, Cristo Resucitado. Bendita sea la mañana gloriosa de tu resurrección. Bendita sea María Santísima, en el gozo inmenso de tu gloria. Bendita sea la Buena Nueva de tu vuelta gloriosa a la Vida.