Marko Rupnik, s.j.:
Cristo Resucitado
Iglesia del Beato Claudio (Chiampo, Italia)
El Via Crucis no es una devoción más, ni algo que toca en Cuaresma o Semana Santa. Lo que anima esta práctica, lo que da alma verdadera, es el amor a Jesucristo que, por mí, va a la Pasión, hacia el Calvario. Pero el centro ni siquiera es el amor del que realiza esta práctica o ejercicio: es el amor de Aquel a quien seguimos; es un Corazón divino-humano que, a modo de motor, arrastra hacia Él «dándonos ejemplo para que sigamos sus huellas. No cabe ser espectador. Ningún fruto se recabaría con esa actitud. La clave es ser protagonista de ese caminar doliente. Y, aunque el Vía Crucis no es un sacramento, pareciera como si encerrara una gracia ex opere operato , por la imponente fuerza que encierra en sí mismo. Práctica de amor a Jesucristo que se convierte, para el que se hace protagonista de la historia, en gracia de amor redentor personal: «Me amó y se entregó a la muerte por mí» (Gál 2, 20).
Los santos son los que mejor han caminado tras las huellas de Cristo imitándole en el gozo y en la cruz. Este Año de la vida religiosa, convocado por el Papa Francisco, nos brinda la ocasión para que, de la mano de estos testigos privilegiados del Señor, nos dejemos atraer por el Corazón de Jesucristo, que por cada uno de nosotros va a la cruz. La riqueza de los textos de los santos está avalada por la garantía de santidad de sus vidas.
La imágenes del Vía Crucis incluidas en estas páginas corresponden al Vía Crucis de Vrhpolje, que se encuentra en la iglesia de los Santos Primo y Feliciano de Eslovenia. Fue realizado en noviembre de 2013 por el padre Marko Rupnik y el equipo de artistas del Taller del Centro Aletti.
I Jesús es condenado a muerte
Eres barro en Adán, resucitas en
Cristo: la muerte temporal de tu Señor ha matado tu muerte eterna. La muerte,
para nosotros, consiste en no ser ya lo que se era. La Escritura nos enseña que
existe una muerte para la destrucción, y que existe una muerte para la
reconstrucción. Los hombres pueden recibir la sabiduría y la vida si se acercan
a la luz y al calor de Dios, y pueden perder todo si, por mala voluntad, se
alejan de Él. Nosotros somos como uno que ve de lejos la patria y por medio
está el mar: él ve a dónde ir, pero no tiene cómo llegar. Barruntamos la meta a
alcanzar, pero por medio está el mar de este mundo, y muchos ni siquiera llegan
a ver a dónde deben ir. Dios, que ha querido ser nuestra patria, nos ha venido
al encuentro. Y, ¿qué ha hecho? Nos ha procurado el árbol de la cruz con la que
cruzar el mar. Nadie puede cruzar el mar de este siglo, si no es llevado por la
cruz de Cristo. ¡Cómo querría, hermanos míos, marcaros en el corazón esta
verdad! Si queréis vivir un cristianismo verdadero, abrazaos profundamente a
Cristo, en lo que Él se convirtió para nosotros. Así podremos llegar a él, en
lo que es y siempre ha sido: su divinidad es la patria hacia donde vamos; su
humanidad es el camino que debemos recorrer. (San Agustín)
II Jesús carga con la cruz
Mirad, hermanos, la humildad
de Dios y derramad ante Él vuestros corazones; humillaos también vosotros, para
ser enaltecidos por Él. Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos, para
que enteros os reciba el que todo entero se os entrega. Debemos odiar nuestro
cuerpo con sus vicios y con sus pecados, puesto que el Señor dice en el
Evangelio: todos los vicios y todos los pecados «salen del corazón». «Debemos
amar a nuestros enemigos y hacer el bien a los que nos odian». Debemos observar
los preceptos y los consejos de nuestro Señor Jesucristo. También debemos
negarnos a nosotros mismos y poner nuestros cuerpos bajo el yugo de la santa
obediencia, tal como cada uno lo ha prometido al Señor. (San Francisco de Asís)
III Jesús cae por primera vez
Tal y tan gran Señor quiso
aparecer en el mundo despreciable, indigente y pobre, a fin de que los hombres,
que eran pobrísimos e indigentes llegaran a ser ricos mediante la posesión del
reino de los cielos. Amonesto y exhorto en Jesucristo nuestro Señor, a todas
mis hermanas, que se esfuercen por seguir siempre el camino de la santa
simplicidad, humildad y pobreza y que lleven una vida santa. Ama de todo
corazón a Dios y a Jesús, su Hijo, crucificado por nosotros pecadores y que
nunca se aparte de tu mente su recuerdo; medita de continuo los misterios de su
cruz y los dolores de la Madre de pie junto a la cruz. (Santa Clara)
IV Jesús encuentra a su Madre
Este Señor nuestro es por
quien nos vienen todos los bienes… ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al
lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones como hacen los del
mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí. En
la cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino para el cielo. En
la cruz está el Señor de cielo y tierra y el gozar da mucha paz, aunque haya
guerra. Todos los males destierra de este suelo y ella sola es el camino para
el cielo. Es una oliva preciosa la santa cruz, que con su aceite nos unta y nos
da luz. Alma mía, toma la cruz con gran consuelo. Que ella sola es el camino
para el cielo. (Santa Teresa de Jesús)
V Simón de Cirene lleva la cruz de Jesús
Cada uno tiene la
cruz que ha de llevar, aunque cada cruz sea distinta de las otras. Si alguno
desea conquistar la libertad de espíritu y no sentirse continuamente
atribulado, debe empezar por no espantarse de la cruz. Entonces verá cómo el
Señor lo ayuda a llevarla. Más vale estar cargado junto al fuerte que aliviado
junto al flaco: cuando estás cargado, estás junto a Dios, que es tu fortaleza,
el cual está con los atribulados; cuando estás aliviado, estás junto a ti, que
eres tu misma flaqueza; porque la virtud y fuerza del alma, en los trabajos de
paciencia crece y se confirma. (San Juan de la Cruz)
VI La Verónica enjuga el rostro de Jesús
Considera cómo la
devota mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en
sudor y sangre, le ofreció un lienzo y, limpiándose con él nuestro Señor, quedó
impreso en éste su santa imagen. Amado Jesús mío, por mí vas a la muerte,
quiero seguir tu suerte; muriendo por tu amor; perdón y gracia imploro,
transido de dolor. (San Alfonso María de Ligorio)
VII Jesús cae por segunda vez
A pesar de la ayuda de
Simón, Jesús sucumbe por segunda vez a causa de su debilidad, y esto le depara
una ocasión para nuevos sufrimientos. Sus rodillas y manos son desgarradas por
estas caídas en camino tan difícil, y los verdugos redoblan de rabia sus malos
tratos. ¡Qué nulo es el socorro del hombre sin el de Jesucristo! ¡Cuántas
caídas le esperan al que se apoya en los hombres! ¡Cuántas veces cae hoy por la
comunión el Dios de la Eucaristía en corazones cobardes y tibios que le reciben
sin preparación, le guardan sin piedad y le dejan marcharse sin un acto de amor
y de agradecimiento! Por nuestra tibieza Jesús es estéril en nosotros. ¿Quién
se atrevería a recibir a un grande de la tierra con tan poco cuidado como se
recibe todos los días al Rey del cielo? (San Pedro Julián Eymard)
VIII Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
Al ver los
sufrimientos de Jesús, las santas mujeres sienten tal punzada de dolor que
gritan su pena y le compadecen a voces. Jesús se vuelve a ellas: «Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí, sino por vosotras y por vuestros hijos». Señor,
¿soy yo uno de esos hijos pecadores por los que Tú invitas a llorar? «No
lloréis por mí, que soy el Cordero de Dios y, por voluntad propia, estoy
pagando por los pecados de los hombres. Sufro ahora, pero después triunfaré; y
cuando triunfe, las almas por las que ahora muero serán mis amigas más queridas
o mis enemigas inmerecidas». ¿Es posible? ¿Cómo soportar el pensamiento de que
Tú, Señor, lloraste por mí – ¡Tú lloraste por mí!– como lloraste por Jerusalén?
¿Es posible que, por tu Pasión y muerte, yo me pierda en vez de ser rescatado?
Señor, no me dejes. ¡Soy tan poca cosa, hay tal miseria en mi corazón y tan
poca fuerza en mi espíritu para hacerle frente! Señor, ten piedad de mí. Es tan
difícil apartar de mi corazón el espíritu del mal. Sólo Tú puedes echarlo
lejos. (Beato John Henry Newman)
IX Jesús cae por tercera vez
Aunque caigas cien veces,
levántate cada vez con mayor presteza, demostrando así tu amor por Él. Sí,
querida de mí corazón, ¡Jesús está ahí con su cruz! Al privilegiarte con su
amor, quiere hacerte semejante a Él. ¿Por qué te vas a asustar de no poder
llevar esa cruz sin desfallecer? Jesús, camino del Calvario, cayó hasta tres
veces, y tú, pobre niñita, ¿no vas a parecerte a tu Esposo, no querrás caer
cien veces, si es necesario, para demostrarle tu amor levantándote con más
fuerzas que antes de la caída...? (Santa Teresa del Niño Jesús)
X Jesús es despojado de sus vestiduras
Jesús permanece en
el Santísimo Sacramento para darte su mano en el ascenso al Paraíso. En la
tierra, un padre se afana durante toda su vida por garantizar la prosperidad al
hijo. Jesús soporta hasta el final las humillaciones, es llevado por la
solicitud de un amor intenso. Parece casi que Jesús, en el Santo Sacramento,
soporta lo que ya ha soportado en su Pasión. ¿No es acaso cierto que los
Pilatos que condenan a Jesús no han desaparecido? ¿Que los Caifás que se burlan de
Él y los verdugos que lo flagelan y lo crucifican se multiplican todavía ahora
sobre la tierra? De todo esto comprenderás lo grande que es el amor de Jesús,
soportando tantas penas, para así conducirte al Paraíso… (San Luis Guanella)
XI Jesús es clavado en la cruz
No temas las adversidades,
porque colocan al alma a los pies de la cruz, y la cruz la coloca a las puertas
del cielo, donde encontrará al que es el triunfador de la muerte, que la
introducirá en los gozos eternos. No queremos persuadirnos de que nuestra alma
necesita el sufrimiento; de que la cruz debe ser nuestro pan de cada día. Igual
que el cuerpo necesita alimentarse, así el alma necesita, día tras día, de la
cruz, para purificarse y separarse de las criaturas. No queremos comprender que
Dios no quiere, no puede salvarnos ni santificarnos sin la cruz, y que cuanto
más atrae a un alma hacia sí, más la purifica por medio de la cruz. (San Pío de
Pietrelcina)
XII Jesús muere en la cruz
Entonces vi a Jesús clavado en la
cruz. Después de estar Jesús colgado en ella, vi toda una multitud de almas
crucificadas con Jesús. Y vi la tercera muchedumbre de almas y la segunda de
ellas. La segunda infinidad de almas no estaba clavada en la cruz, sino que las
almas sostenían fuertemente la cruz, en la mano; mientras tanto, la tercera
multitud de almas no estaba clavada ni sostenía la cruz fuertemente, sino que
esas almas arrastraban la cruz, detrás de sí y estaban descontentas. Entonces
Jesús me dijo: «¿Ves, esas almas que se parecen a mí en el sufrimiento y
en el desprecio? También se parecerán a mí en su gloria; y aquellas que menos
se asemejan a mí en el sufrimiento y en el desprecio, serán menos semejantes
también en mi gloria» (Santa Faustina Kowalska)
XIII Jesús es bajado de la cruz
Verdad es que, aunque
diera mi vida, no me bastaría y me parecería nada para Dios... Y yo, miserable,
quisiera tanto reparar ese cúmulo de horribles pecados que se cometen en el
mundo y en los que yo también tuve parte y los que dicen fueron causa más
especial de ese tormento de mi Jesús. Estamos pidiendo horrores por ese pobre
mundo que así se ha apartado de Dios. En María, nuestra dulcísima Madre, está
toda nuestra confianza para que no se pierdan las almas que tanto, tanto
costaron a su Hijo Divino y a Ella. (Santa Maravillas de Jesús)
XIV Jesús es colocado en el sepulcro
Mirad a vuestro
alrededor y ved; mirad a vuestros hermanos y hermanas no sólo en vuestro país,
sino en todas las partes donde hay personas con hambre que os esperan. Desnudos
que no tienen patria. ¡Todos os miran! No les volváis las espaldas, ¡pues ellos
son el mismo Cristo! (Beata Teresa de Calcuta)