Ilustraciones: El Camino de la Cruz, dibujos realizados en el año 1935
por la artista belga Ade Bethune (2014-2022)
Presentación del Capellán de la cárcel de Soto del Real, Madrid
Al terminar las celebraciones de la Semana
Santa del año 2015 en la prisión de Soto del Real, en las cuales participan
unos 350 internos, tres de ellos me proponen la posibilidad de hacer un vía
crucis para poder rezarlo y meditarlo el Viernes Santo del año 2016.
Comienzo a madurar la propuesta y llego a la conclusión de que no es mala idea, ya que sería muy bueno poder recorrer el camino del calvario con Jesús, no desde textos que otros han hecho, sino desde la propia realidad que ellos están viviendo, para que en ese camino no sean «meros espectadores», sino que todos ellos asuman ese camino como un camino que puede conducir a la Vida si lo hacen suyo y lo asumen como algo que nos sucede en cada momento de nuestro caminar. «Un camino que cada uno tiene que recorrer cargando con tantas cruces como la vida nos presenta y que, con la ayuda y la fuerza del Espíritu y de los hermanos, nos va a llevar a participar de la misma vida del Resucitado».
Después del verano empezamos a trabajar y con la ayuda de diversos textos ellos van elaborando la primera parte de cada estación, para concluir cada una de ellas con lo que ellos están viviendo en estos momentos en los que la libertad está limitada por unos pocos barrotes. Ese camino con Jesús hacia la cruz comienza cuando uno pierde este don tan precioso que es la libertad y termina cada noche con la decimocuarta estación, tumbado en la litera del chavolo, contemplando por la ventana y entre los barrotes las estrellas que radiantes en el cielo hablan de la añorada libertad.
Son varios los meses de reflexión, oración y trabajo hasta llegar a mediados de febrero que ve la luz este vía crucis titulado “Hay que romper muchas cadenas para poder ser libre de verdad”.
Así surgió este vía crucis entre rejas,
con la esperanza de que Jesús Resucitado pueda romper un día las cadenas que
aprisionan su libertad.
Introducción
Jesús nos ha dicho: El que quiera ser mi discípulo, tome cada día su cruz y me siga. Nos reunimos en torno a la cruz de Jesús para recorrer con Él el camino del Calvario. Su cruz va a ser nuestras propias cruces, sus acontecimientos en este camino, los acontecimientos que nos ofrece nuestra vida diaria. No seamos meros espectadores, impliquémonos en su historia que es nuestra historia, porque la muerte de Jesús sigue repitiéndose cada día.
Aquí nos tienes Jesús, dispuestos a seguirte. Queremos recorrer el camino de la cruz para aprender de tu sufrimiento, de tu entrega y de tu amor. Te pedimos que nos ayudes a llevar la cruz de cada día.
Primera estación: Jesús condenado a muerte
Jesús es condenado a muerte. Las mismas voces que pedían su entronización como Rey, se vuelven contra Él y piden su pena de muerte. Todo y todos contra Él.
Jesús, nos da miedo el dolor, el sufrimiento, la cruz. Danos un corazón comprensivo que no condene a nadie y que defienda a los injustamente condenados.
Mi delito: Y el caso es, Jesús, que no se por qué lo hice, pero ya está. No se puede volver atrás. Quizás fue la necesidad la que me empujó ha hacerlo, o el cansancio de una vida cómoda, o el engaño de aquel en quien yo creía. Todo parecía tan fácil…y mírame ahora, igual que tú.
Su condena se concreta. Ha de llevar la cruz. Su muerte va a ser como la de un malhechor. En su cruz están todos nuestros delitos e infidelidades.
Jesús, tu cruz es pesada. Tenemos delante otros caminos más fáciles. Tu pones las cosas difíciles. Porque ser bueno todos los días no es nada fácil. Danos fuerza para llevar nuestra cruz y compartir las cruces de los demás.
Camino de la cárcel: Señor, atrás queda la calle, la libertad, ahora me llevan a prisión, como tú, camino del calvario. Tú con aquella pesada cruz, yo en el furgón, a oscuras con mis pensamientos… ¡Que largo se me hace el camino…!. Señor, yo quiero cargar también hoy con la cruz y acompañarte.
Tercera estación: Jesús cae en el camino
Jesús cae, estaba cansado. Se cae porque le cuesta trabajo llevar el peso de nuestros pecados. Pero se levanta. No deja que le invada el cansancio. Tiene que seguir y salvar al hombre de tantas caídas.
Jesús, has caído bajo el peso de la cruz, pero te levantas. Te pido que cuando yo caiga me des confianza para pensar que puedo levantarme y comprender que es más importante levantarse que caer. Hoy sigues cayendo en tantos hermanos nuestros, por eso te pido que me des fuerza para ayudarles a que se pueda levantar.
Primeras experiencias: Ya está, Jesús, cacheos, huellas, fotografías, gente desfilando ante mí. Algunos me miran, otros toman nota, y me dan ganas de gritar. Todo igual que Tú, como cuando caíste. Tu caído bajo el peso de la cruz, yo caído bajo el peso de mi soledad y angustia. Bajo el peso de mis errores.
Cuarta estación: Encuentro de Jesús con su madre
Un encuentro consolador: la Madre. Ella no
podía fallar magullando el dolor de su Hijo. En silencio va comprendiendo. No
pide razones, ni clemencia, ni consuelo… Solo pide que se haga la voluntad de
Dios.
Buscaste entre el gentío un rostro amigo y allí estaba Ella, tu Madre. Ella salió a tu encuentro para darte su mirada y su presencia que conforta. María, sigue cerca de nosotros cuando llevamos el peso de la cruz y alivia nuestras heridas y nuestro sufrimiento.
En comunicación con la madre: Hoy he bajado y allí estaba ella, mi madre. Permanecimos unos momentos en silencio, mirándonos, y cuantas cosas nos dijimos con los ojos. Pero no puedo olvidar entre todas una: -Te quiero, hijo mío-. Hablamos de muchas cosas, de la casa, de la familia… Que largos son los días aquí y que corto es el tiempo cuando ella viene. Y al final, como siempre, nos despedimos en silencio.
Quinta estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz
Otro alivio en el camino. Los judíos temen que no llegue al Calvario y obligan a uno que pasaba por allí a ayudarle. No les interesa el sufrimiento del reo, solo miran sus intereses.
Jesús, yo no te hubiera ayudado porque prefiero pasar por uno de tantos y que nadie note que soy discípulo tuyo. Hoy quiero decidirme a ayudarte a llevar la cruz y ayudar a mis hermanos a llevar su propia cruz. Sé Tú nuestro mejor cirineo.
Visita del voluntario: Hoy han venido los voluntarios a hablar con nosotros. Al llegar me fijo en sus miradas y son miradas de amor, miradas que no juzgan, miradas que comprenden y ayudan desinteresadamente, como a ti el Cirineo, a llevar la cruz de la indiferencia de los demás, de la soledad. Jesús, sigue suscitando corazones solidarios. Son muchas las cruces que hay que llevar y las fuerzas flaquean.
Sexta estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús
Menos mal: en la subida hay alguien que se decide y hace algo por ti.
Jesús, me parece bien lo que hizo esa mujer valiente. A mí me cuesta mucho hacer lo mismo, porque con frecuencia pienso que hacer el bien, ser buenos, es cosa de «otros». Ayúdanos a ser como esa mujer, capaces de enjugar tu rostro y el de los hermanos que sufren con nuestra cercanía y nuestra ternura.
La solidaridad de los compañeros: He sentido su mano sobre mi hombro, he levantado la mirada y allí estaba él, el compañero. He hablado mucho tiempo con él y parece que me siento mejor. Ahora entiendo, Jesús, el calor y el alivio que sentirías cuando notaste en tu rostro cansado el pañuelo limpio y fresco de aquella mujer… Hoy he aprendido lo que es la solidaridad en la cárcel, la solidaridad de los que estamos aquí, la solidaridad de los que piensan que las penas compartidas, pesan menos, duelen menos…
Séptima estación: Jesús cae de nuevo
Los soldados se alarman. ¡Se ha vuelto a caer! !No va a llegar arriba. Que se levante pronto, y a caminar!
No me puedo hacer ilusiones. Es posible que cuando todo parezca fenomenal, vuelva a caer. En el fondo no quiero caer, pero soy débil. Acércate, Jesús, a todos los que están caídos, y a nuestra miseria cuando caemos, Danos la fuerza de levantarnos.
Pelea en el patio: La verdad, Señor, que no sé porque lo he hecho, estaba en el patio y alguien chocó contra mí, y se ha armado el follón. Quizás hoy me he levantado de mal humor, o quizás hoy estoy en tensión… El caso es que ahora estoy solo en el chavolo, caído como tú, Jesús; caído, sí, pero dispuesto a levantarme para reanudar la jornada.
Octava estación: Jesús consuela a las
mujeres de Jerusalén
Le seguían unas mujeres que se lamentaban por Él. Jesús les dijo: «No lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos». Jesús reprende a las mujeres. Todo su afán es lamentarse. Pero las cosas siguen igual. Danos fuerza para llegar hasta el final. Tú no quieres nuestra compasión; eres Tú el que nos consuelas a nosotros.
Ya sé que no bastan las palabras. He tenido en mi vida momentos de propósitos para mantenerme fiel a ti y a los demás, pero todos se han quedado en meras palabras y propósitos. Por eso, Jesús, ahora oigo el reproche que me haces a mí: menos palabras y más hechos.
Recuerdo de la familia: Tumbado en mi litera, mi recuerdo ha volado a través de las rejas, Señor, hasta mi hogar, hasta mis padres, mi mujer, mis hijos… Y a pesar de la distancia y del tiempo mi corazón está unido a ellos. Tengo que seguir viviendo por ellos. Consuélales tú, Jesús, como a las mujeres que lloraban por ti. Yo les consolare desde aquí hasta que esté con ellos.
Novena estación: tercera caída de Jesús
Una caída más. Nunca estamos seguros. Tampoco cuando ya estamos llegando a la meta. Hoy quiero pedirte, Jesús, que me hagas comprender lo que supone estar hundido, sentir en lo más hondo de mi ser el fracaso, la impotencia, la carencia absoluta de medios humanos, la falta de libertad, la soledad, el abandono…
Jesús, infunde en nosotros la confianza de que caminando a tu lado, nuestras caídas y angustias no podrán desviarnos del camino que conduce a la Vida. Que cuando estemos postrados por el pecado o la duda Tú te inclines sobre nosotros para decirnos: «Levántate y camina». Danos tu fuerza para saber comprender y ayudar a todos aquellos que caen.
La rutina de cada día: Un día más en la prisión. Las mismas cosas, las mismas caras, el mismo ir y venir por el patio. Cayéndome y levantándome como Tú, Jesús. Hoy te quiero pedir fuerzas para que, aunque sean muchas las caídas, siempre pueda levantarme.
Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
Ya no le queda ni honra, ni prestigio, ni la fama popular. Solo le quedan sus vestidos. Y, por si fuera poco, ahora se queda desnudo. Desnudo ante la voluntad del Padre: la muerte.
¿Es posible que mi pecado te haya dejado así?. No has hecho nada más que bien a todos… y cómo te lo pagamos. Que sepamos despojarnos de tantas cosas que nos sobran. Que pidamos perdón si hemos despojado a alguien de su prestigio o dignidad. Y que denunciemos tantos despojos como hoy sigues padeciendo en muchos hermanos nuestros.
Cambio de módulo: El día ha amanecido lluvioso,parece como si la tristeza del día quisiera anunciarme algo. A media mañana me han avisado del cambio de módulo. Otra vez a empezar de nuevo. Lugares nuevos, caras nuevas, costumbres nuevas. Hoy me he sentido despojado como Tú al pie de la cruz, de parte de mi historia aquí en la cárcel.
Undécima estación: Jesús clavado en la
cruz
Lo crucificaron y con El a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús, te han clavado en la cruz y, aún estando injustamente no reprochas ni condenas nada, solamente nos ofreces los últimos dones: oración y perdón a tus perseguidores; la promesa del paraíso al buen ladrón; y a todos, para que no estemos solos, a María, tu Madre.
Jesús, ha sido mucho lo que has hecho por mí, por eso te doy las gracias por haber subido a la cruz para redimir mi pecado. Enséñanos la lección de tu cruz: a orar en la noche, a sufrir perdonando y a amar en la cruz de cada día.
El Juicio: Por fin, Jesús, llegó el momento. Cuántas veces desee que pasase, y ya ves, hoy me hubiera gustado que no. ¿Por qué los hombres tememos tanto al futuro? Hoy se ha celebrado el juicio, mi juicio. Y ahora a esperar sentencia. Hoy me siento clavado en la cruz contigo.
Duodécima estación: Jesús muere en la cruz
Jesús, has llegado al final. Has consumado tu misión en la tierra. Por eso, antes de morir, puedes exclamar con aquella voz potente: «Todo está cumplido».
Tu obra de la redención está cumplida. Te ha costado la muerte, pero la has aceptado porque nos amabas. Que en tu cruz aprendamos a amarnos y a entregarnos hasta el fin. Ayúdanos a superar los momentos de tentación y de pecado que te hacen seguir muriendo en la cruz.
La sentencia: Todo se ha consumado, como contigo en la cruz. Hoy se ha dictado sentencia sobre mí también.
Decimotercera estación: Jesús bajado de la
cruz y puesto en los brazos de María
María al pie de la cruz, recogiendo lo que queda de su Hijo: el cuerpo muerto. ¡Qué momento tan tenso y tan duro! ¿Cómo conjugar la realidad con la esperanza de la resurrecció
Jesús, tu Madre te ofrece al Padre, mientras besa y llora tus heridas. Yo también quiero llorar hoy mis pecados. Madre buena, que en los momentos de dolor, de sufrimiento y de dificultad encuentre consuelo junto a Ti.
La enfermería: No sé por qué, pero hoy he recordado a los compañeros de la enfermería. He pensado en las noches en vela por el dolor. ¿Habrá alguien junto a ellos? ¿Encontrarán una mano amiga a la que aferrarse en ese momento de sufrimiento, como la encontraste tú? Si no la tienen, préstale la tuya, Madre, acógelos en tu regazo de Madre.
Decimocuarta estación: Jesús es sepultado
Jesús es sepultado. Todo calla a su
alrededor. Todos contemplándolo y esperando el momento de la resurrección, de
la Vida.
Mientras espero con María la mañana de la resurrección, hazme valorar lo que la realidad de la redención que Tú has conseguido con tu muerte tiene que suponer en mi vida. Jesús, queremos estar en vela junto a tu Cuerpo. En vela, mientras llenas de luz y esperanza la vida de los hombres. Que comprendamos que el amor nos tiene que llevar a vivir con mas generosidad y entrega.
El final del día: Al caer la noche me encuentro en el chavolo después de un largo día. Este es mi sepulcro particular, oscuro y pequeño como el tuyo, Jesús. Yo también espero en silencio mi libertad, como tu esperaste tres días la Resurrección. Que mi experiencia de dolor sirva para dar fruto.
Conclusión
Ésta puede ser nuestra Pascua. Si abrimos el corazón a la fuerza de Cristo que surge glorioso y transforma en vergeles los desiertos de nuestra existencia. En el aire fresco de la primavera vibra la tierra por el germen de la vida sembrado en ella. Ha llegado el momento de nacer a la vida nueva e inmortal de Jesús resucitado.